Muchos nos quedamos con la idea de
los milagros como nos los enseñaron en el Catecismo: curaciones de ciegos, mudos, paralíticos y
hasta resucitados. Pero en este siglo,
dónde están esta clase de milagros?
Podría esta ausencia explicar(
aunque sea parcialmente) la merma en la Fe.
Estas son palabras que escuché del
P. Cipriano Sánchez en la celebración de una Misa por el primer aniversario de
la apertura de la Casa para Enfermos a cargo de las Hermanas del Buen
Samaritano en Malinalco.
En el contexto del Evangelio del Buen Samaritano de San Lucas , surge la palabra mágica: PRÓJIMO.
¿ Quién es el prójimo? Jesús lo deja claro cuando hace entender al letrado en
la ley que lo pregunta, que el
desconocido de Samaria ( población de ateos) que ayuda al necesitado, lo
es.
Como sabiamente explicó el P
Cipriano, una cosa es compadecerse por otro ( cuando sólo el corazón se
sobrecoge) y otra muy distinta , el comprometerse con otro ( se pone la
voluntad y la acción en servicio de su necesidad).
El compromiso es entonces lo
que nos hace “prójimos"
¿A qué viene esto, qué tiene que ver con los milagros y la Fe?
Cuando en estos días llenos de ajetreo, prisas, egoísmos y prioridades
cuestionables nos encontramos con infinidad
de fundaciones y organizaciones (como la de las Hermanas del Buen Samaritano)
entregadas con alegría y sin expectativas de remuneración alguna al servicio
comprometido -en todas sus formas- a los demás, tenemos la evidencia en
nuestras narices: éstos, son milagros de hoy!
Son los que cambian, así como la
recuperación de la vista en tiempos de Jesús, la vida de nuestro prójimo . Son la
nueva forma de milagros de estos tiempos que Jesús deja en nuestras manos para
que sean las “pruebas” del día a día de Su existencia, del alma que nos dio
para replicar Sus actos .
Si en esta forma de milagros, adicionales a la propia espectacularidad
de la estructura física del hombre y de la naturaleza que nos rodea, está sin
duda la inspiración proveniente de la presencia de Dios entre nosotros , cómo
entonces no tener Fe?
¿No valdría la pena, en este Año de la Fe, preguntarnos cómo estamos
cooperando para cultivar ó despertar la Fe en los que nos rodean y en qué
milagros del siglo XXI estamos contribuyendo?
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