Antonio R. León Santacruz, L.C.
El arte de la fotografía, al que soy aficionado, tiene
-como toda técnica- sus reglas y preceptos para ejercerse bien. Una buena foto
nace de un buen tema parar retratar, de una iluminación adecuada y de un
acertado encuadre. Busco, al presionar el botón de la cámara, un resultado
creativo, original y satisfactorio. Sin embargo, todo esto no sería suficiente
si no me aseguro de enfocar bien el lente de la cámara. Sólo así puedo obtener
una fotografía clara y nítida donde los objetos y las personas se ven, atraen y
gustan.
Al entrar el mes de diciembre, y conforme van cayendo
las hojas del calendario, advierto a mi alrededor un frenesí de cosas por
hacer, de compras, de idas y venidas, planeación de posadas, cenas y demás festejos navideños. Todos estos quehaceres,
nada estáticos, captan y absorben nuestro interés en este período navideño.
Mientras se va acercando la Navidad es bueno
preguntarse acerca de lo que atrae nuestra atención, hacia dónde se dirigen
nuestros anhelos. En este período surge con fuerza el pensamiento y el deseo de lo que me van a
regalar, de lo que voy a recibir de parte de mis seres queridos.
Y repaso uno
por uno los deseos que escribí en esa carta y que envié al Niño Dios o a los
Reyes…
Y entonces adviertes que quizás tú y otros muchos
viven su Navidad sin encuadrar ni enfocar bien el tema. De este modo terminará
diciembre con muchas y variadas fotos, retratos del alma, pero fotos carentes
de nitidez y claridad. Fotos que representan tópicos y rutinas, sin creatividad
ni originalidad. Fotos que no nos satisfacen. Fotos que terminan quizás en el
cesto de la basura o en la papelera de tu computadora. Éstas podrían ser fotos como aquellas –cuando
sólo se usaban carretes- que salían veladas por la acción indebida de la luz.
Para vivir en plenitud estas fiestas navideñas hay que
practicar uno de los preceptos más importantes del arte fotográfico: hay que
enfocar bien. Debo ajustar, o incluso cambiar, mi forma de pensar. La pregunta
no es sobre lo que me van a regalar a mí o sobre qué beneficios sacaré de esta
Navidad. La pregunta hay que plantearla de otro modo:
“¿Qué le voy a reglar a Jesús que nace?”, “¿Qué voy a ofrecer al Niño
Jesús en el pesebre de Belén, en mi corazón, en mi vida?”
El
festejado es Él, el que celebra su cumpleaños es Él. Quien ha de ocupar el
centro de nuestra atención, de nuestro cariño, de nuestros anhelos es Jesús. En
la primera Navidad, los pastores le llevaron sus humildes dones al Señor y los
Reyes de Oriente le ofrecieron sus magníficos regalos. Es a Él, a quien aquél sencillo niño del
tambor quiso expresarle con música su gran cariño.
Busca
encuadrar tu vida en torno al Niño de Belén.
Intenta enfocar bien tus objetivos y los anhelos de tu corazón para
agradarle a Él. Entonces, y sólo entonces, habrás sabido enfocar correctamente
tu Navidad
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