UN BUEN AÑO ¿QUÉ SIGNIFICA?

Por María Barroso de Labarthe

Este 2013 que comienza nos deseamos unos a otros  que tengamos un buen año. Nos decimos ¡Feliz Año Nuevo! o algo semejante.



Pero, ¿Qué es lo que entienden muchas gentes por "un año bueno", "un año lleno de felicidad"?


 

Es sin duda, que no sufras en este año ninguna enfermedad, ninguna pérdida, ninguna pena… sino al contrario que todo te sea propicio. Que ganes bastante dinero, que la televisión comunique cada mañana buenas noticias. En pocas palabras, que la vida te sonría y  no tengas ningún contratiempo. Es bueno desear estos bienes humanos para nosotros y para los demás, si no nos separan de nuestro fin último.



Sin embargo, la realidad es que el año nuevo te traerá, en proporciones desconocidas, alegrías y contrariedades. 


Un año bueno para un católico, es aquel en el que los momentos felices y los de dolor, te sirvan para amar más a Dios. 


 Un año en que tu felicidad sea aceptar y amar la voluntad de Dios cada día.

Un año bueno es aquel en que puedas ser mejor persona para servir a Dios y a los demás con más generosidad, aunque en el plano humano no todo sea perfecto.

Cada día, es  "un tiempo" que Dios te regala para llenarlo de amor a Él y a los que Él ha puesto en tu vida.



Cualquier año puede ser "el mejor año" si aprovechas las gracias que Dios te tiene reservadas y que pueden convertir en bien cualquier contratiempo. Para este año Dios te ha preparado todas las ayudas que necesitas para que sea "un buen año". Agradécelas y no las desperdicies ni un solo día. Y cuando llegue la caída, el error o el desánimo, ¡a comenzar en seguida!, en muchas ocasiones, a través del sacramento de la confesión.



¡Qué tengamos todos un buen año! Que podamos presentarnos delante del Señor, una vez concluido, con las manos llenas de horas de trabajo ofrecidas, de virtudes conquistadas, de obras de caridad con quienes nos rodean, de pequeños sacrificios y de momentos de oración para "Aquél" que nos ha dado todo.



Vivamos este año, luchando para vivirlo como si fuera el último que Dios nos concede.


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