RENUNCIA BENEDICTO XVI


Una decisión tomada con toda conciencia, libertad y  responsabilidad.


Una decisión que contrasta con la de su predecedor, Juan Pablo II, que vio la voluntad de Dios reflejada en su sufrimiento y deterioro de los últimos años, meses y días, ofrecido por toda la Iglesia.

Juan Pablo escogió este camino de entrega, dolor y sacrificio, acompañado siempre por el entonces Cardenal Ratzinger, que compartió con él ese difícil período.

Benedicto - quizá por haber vivido  esta experiencia - vio la Voluntad de Dios de diferente manera:

Dios le pide renunciar para que otro Papa, con menos edad y más vigor, tome las riendas de la Iglesia Católica y lleve a cabo la muy difícil tarea de ser el guía y pastor de millones de católicos en un  mundo dónde los problemas internos y externos son muchos.
Un mundo donde impera el relativismo y el "todo se vale", que recibe mal las directrices de una Iglesia guardiana de la Verdad de Cristo.



Decisión que requirió de una claridad de mente extraordinaria,  desprendimiento del poder,   humildad para reconocer sus limitaciones, para pedir perdón por sus defectos.

Testimonio de amor y entrega sin límites.

Gracias, Santo Padre, por estos ocho años en que se dio a sí mismo, sufrió, se desgastó, recibió desprecios y hasta insultos, para cumplir  la misión que Dios le había confiado.

Lo querremos y extrañaremos siempre.

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