Mucho se ha hablado en los medios de comunicación y en las
redes sociales sobre la postura homofóbica de la Iglesia Católica y su
intransigencia en temas de diversidad sexual; acusándola públicamente de
discriminar a aquellos que son homosexuales.
Pero me pregunto: ¿Es homofóbica una
institución que predica y enseña el amor como estilo de vida?
La única manera de
averiguarlo es investigar en sus bases y mandatos para corroborar esta teoría
que se ha vuelto el juicio automático de muchas personas.
Buscando entre las páginas y estipulaciones numeradas del
Catecismo de la Iglesia Católica, se encuentran varias referencias interesantes
a este tema:
La referencia (n. 2357) define la homosexualidad como la “relación
entre hombres o entre mujeres que experimentan una atracción sexual exclusiva o
predominante hacia personas del mismo sexo.” Y
agrega que no es nada novedoso, ya que la homosexualidad ha tomado
diferentes formas a lo largo de los
siglos y culturas. Además especifica que su raíz psicológica se mantiene sin
una explicación clara, indicando que nunca ha tomado postura sobre el continuo
debate sobre si la inclinación homosexual de algunas personas es por naturaleza
o por desarrollo social.
Este compendio de principios, expresa que la Iglesia no
niega la pre-valencia de la inclinación homosexual: “el numero de hombres y mujeres
que tienen una honda tendencia homosexual no es
pequeña”. ( n 2358)
Este numeral del Catecismo no solo menciona el asunto, sino
dedica varios párrafos que expresan una clara oposición a la homofobia, usando
un lenguaje fuerte y claro acerca de la importancia de acoger a los
homosexuales con: “respeto, compasión y delicadeza” y que “cualquier señal de
discriminación injusta debe ser evitado”.
La claridad de la enseñanza es notoria: la Iglesia hace
una distinción muy clara entre pecado, pecador y aún crimen: marca la
inmoralidad del “acto homosexual”, pero
se muestra a favor de la “discriminalización” de las personas
homosexuales en aquellos países y culturas donde serlo es delito punible hasta
con la pena de muerte.
Para los católicos, la dignidad de cualquier persona es
lo más importante, sobre todo de aquellos que sufren marginación o
discriminación, pero defiende el carácter singular y exclusivo que el
matrimonio entre hombre y mujer tiene, sin excluir la existencia de uniones de
convivencia, que necesitan un marco legal.
La Iglesia pide a los homosexuales lo mismo que pide a
todos los miembros de la comunidad humana: una vida de castidad, dentro de su
estado especifico de vida, para elevar el cariño humano expresado en la
sexualidad a un plano de entrega y amor desinteresado y prolífico.
Por Ana Elena Barroso
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