En contraste con la pecadora arrepentida que lavo los pies de Cristo, ahora reflexionemos sobre el anfitrión, Simón, que es la viva imagen del pelagianismo que vive a veces agazapado dentro de la Iglesia, tal como el Papa Francisco y Benedicto XVI han indicado en varias ocasiones. Creer que nuestros esfuerzos, gestos y normas son los que nos salvan es, por desgracia, demasiado común.
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Maria del Pilar Barroso Losada
Esta forma de entender la fe no es más que pensamiento mágico que se camufla dentro de la religión. El que cree en la magia piensa que sus actos, ritos y costumbres tienen el poder de transformarlo todo, incluso, piensan, que son capaces de conseguir que Dios haga su voluntad.
El pensamiento religioso es justo lo contrario, es Dios el que nos transforma a nosotros y la Voluntad de Dios no puede ser reconducida o condicionada.
Nuestra forma de vivir es consecuencia de la conversión y del don de Dios, no al contrario. Por mucho que imitemos ser santos, no lo seremos por “magia imitativa”. Quien ha recibido de Dios el don de la santidad, cumple la Voluntad de Dios como un acto libre. Por eso es humilde y misericordioso con quien necesita la conversión del Señor. Si comprendiéramos lo que significa, quiero misericordia y no sacrificios, no condenaríamos a los que no tienen culpa. Cristo quiere que los sacrificios que hagamos en nosotros no sean un impedimento para que tengamos misericordia con los demás.
Simón es capaz de ofrecerle al Señor una buena comida, respeto y hasta buena conversación. Es capaz de ofrecerle admiración por su sabiduría y reverencia por su condición de Rabí. Pero ¿Puede ofrecerle un amor comparable con el que nace del corazón arrepentido de la Pecadora? El fariseísmo no es algo del pasado, sino que está presente en el día a día de la Iglesia y nosotros mismos somos fariseos con demasiada frecuencia.
Precisamente, nuestra mayor debilidad es la incapacidad de aceptar que somos débiles y pecadores. y que necesitamos de la ayuda del Señor. En nuestra incapacidad para sentir el remordimiento y pesar, sólo podemos abrir humildemente nuestro corazón al Señor. Que sea El quien entre en nosotros y nos transforme para ser capaces de amarle como la Pecadora. Porque eso marcó la diferencia entre ella y Simón: la capacidad de amar, de quien sabe que no es merecedora del regalo del perdón. Editado de Religión en Libertad, Nestor Nuñez, 16/06/2013.
“Jesús ,se que quieres que me abaje ante los demás, aun frente a los que no me gustan o no me simpatizan. Ayúdame a aprender a ser humilde y a no sentir desprecio o rencor por nadie; sino por el contrario, ayudar y apoyar a todos mis hermanos, sobre a los que mas lo necesitan….”.
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Maria del Pilar Barroso Losada
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