Estadísticas del INEGI del
2009, revelan que entre 2000 y 2009 hubo reducción en un 21% en los matrimonios y aumento en divorcios en
un 61%.---30.5% de los divorciados duraron 5 años de casados o menos; 18.5%
permanecieron unidos entre 6 y 9 años y
49.5% duraron 10 años o más.
¿Podríamos preguntarnos qué está pasando con aquellos hombres y mujeres que
decidieron unir sus vidas por “amor”, y
en pocos años de convivencia, renuncian a ese proyecto de comunión de vida?
En el mundo actual
existen hombres y mujeres que han abandonado
la búsqueda de la verdad y de los valores supremos que los hacen trascender y los han sustituido por otros
valores que llenen el vacío en el que se
encuentran, convencidos de que cada uno se fabrica su propia verdad, escogiendo lo que les acomoda y rechazando lo
que implica compromiso, esfuerzo y
renuncia.
Los medios de comunicación masiva
juegan un papel decisivo, en la
desorientación, e indiferencia del hombre actual ante lo trascendente y esencial
del ser humano, pues en su mayoría manipulan falsifican y deforman los contenidos, la
información que se recibe no es
formativa, ni constructiva, no busca el bien
del hombre, reduce la sexualidad humana a genitalidad, degradando así la dignidad humana.
El hombre desprovisto de su sentido de vida
trascendente, pierde de vista su objetivo final, y queda
expuesto a la influencia de las
corrientes ideológicas que prevalecen, como son:
a)
Relativismo,
en donde no existe nada absoluto,
todo es relativo, no hay nada totalmente bueno ni malo, dando pauta a una
tolerancia interminable de la que nace la indiferencia pura, por ejemplo: se
puede creer en lo que sea, mientras no se dañe a los demás.
c)
Subjetivismo insiste una y otra vez
en que la única norma de conducta es el
punto de vista personal, se va
instalando de espaldas a la verdad del hombre y de su naturaleza, buscando el beneficio inmediato, afirmando con
ello que la verdad es lo útil, lo
práctico, por ejemplo: ver el matrimonio como algo, que si no funciona, no
tienen por que permanecer juntos los esposos y cada quien puede “rehacer su vida” con otra pareja.
d) Materialismo,
adquisición de bienes materiales que no sacian y en los que se deposita la seguridad, por
tener un supuesto reconocimiento social, por ejemplo: tener las camionetas
último modelo, aunque ello implique endeudarse.
e)
Hedonismo,
es la búsqueda de placer por el placer
mismo y se ha convertido en el nuevo código de comportamiento, que apunta hacia la muerte de los ideales, y
el aumento en la obtención de sensaciones cada vez más nuevas y
excitantes, por ejemplo: el culto que se
le da al cuerpo, a través de diferentes disciplinas de moda.
De este modo el hombre se siente cada día más
desorientado ante las grandes interrogantes de la existencia, y al no poderse
responder, carece de la posibilidad de asumir responsablemente cualquier tipo de compromiso por no tener
madurez, por lo que es incapaz de establecer una vida conyugal estable y
armoniosa.
La comunión
conyugal hunde sus raíces en el
complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta
mediante la voluntad personal de los
esposos de compartir todo su proyecto de vida,
lo que tienen y lo que son.
Dicha comunión es
el fruto y el signo de una exigencia profundamente humana, pero en Cristo; Dios asume esta exigencia humana, la confirma,
la purifica y la eleva conduciéndola a perfección con el
sacramento del matrimonio, que les da la
gracia y el deber de poner por obra las
exigencias de un amor que perdona y que
redime, a fin de que cada día
progresen hacia una unión cada vez más
rica entre ellos a todos los niveles: del cuerpo, del carácter, del corazón, de
la inteligencia y voluntad del alma.
Solamente unidos a Cristo, los esposos tienen la
capacidad y fortaleza interior para hacerle frente a los problemas que
surgen en la convivencia diaria
y que no necesariamente tienen que ser grandes dilemas, sino simples
desacuerdos entre ellos, que tienen
que ser superados, para ir
madurando en el amor, a fin de poder afrontar las grandes adversidades
unidos.
Los esposos,
deben fomentar una íntima
comunicación, a través del diálogo, para
que crezcan en el conocimiento de su riqueza personal y también de sus debilidades; vivir el respeto mutuo de
su dignidad de personas, aún a pesar de los errores cometidos voluntaria e
involuntariamente; saber perdonarse, sin
rencores, aceptándose en su
unicidad personal; valorarse y reconocer los esfuerzos mutuos, y festejar los
logros alcanzados en su desarrollo
integral; apreciar el don que significa el matrimonio y cuidarlo como el
gran tesoro que es; no permitir que la
rutina deforme el don recíproco, en que el hombre y la mujer se “hacen una sola
carne” (Ge. 2,24), por eso es de vital importancia, alimentarlo y nutrirlo
diariamente con las demostraciones de
amor como son: la ternura, la atención
del uno por el otro, la comprensión, y sobre todo, fomentar los detalles de cariño gratuitos, y
la delicadeza en el trato.
Comentarios
Publicar un comentario