Seguro que lo primero que
se les vino a la mente fue un colegio, niños y nerds, ¿verdad que sí?
Pues yo no estaba
pensando eso cuando hace poco observé a mis amigas trabajar tan entusiasmadas
en proyectos que iniciaban y en los cuales estaban tan interesadas.
Las amigas aplicadas en
algún momento de la vida fueron aquellas que se sacaban puros dieces en la
escuela, uno tras otro y las tareas no fallaban, entregaban a tiempo su material
y eran las primeras en contestar, parecía que tenían dos cabezas en lugar de
una y que en lugar de divertirse, dedicaban su tiempo al estudio y al trabajo
escolar. A veces eran las consentidas de los profesores porque ellas no les
daban lata, pero no eran tan queridas por las demás solo por “puritita”
envidia.
Los años pasaron y mis
amigas las aplicadas ya no eran esas que yo recordaba del colegio, el concepto
cambió, hoy me relaciono con mujeres maduras, no sólo con dos, sino con 25
cabezas, porque al crecer uno tiene tantas cosas en la cabeza que necesita más
de una para poder abarcar todo.
Las veo aplicadas al 100
por ciento en el trabajo que están desarrollando o en el área en la que se
saben mover, unas son amas de casa, otras ejecutivas, unas ya abuelas y algunas
más escritoras, pero todas ellas creando y siempre pensando en los demás.
Mis amigas las aplicadas
tienen el entusiasmo suficiente para no desistir, todos los días están pensando
cómo mantener sus creaciones y sus ideas, se actualizan, van, vienen,
preguntan, se arriesgan y nunca de los nuncas pierden su gran inspiración que
viene de Dios.
A diferencia de cuando
estaban en el colegio, ellas actúan por una motivación de servicio y no por una
calificación, están tan aplicadas pensando cómo cambiar al mundo, que se
convierten en una motivación para los demás, y es ahí donde vi la importancia
de ser aplicada.
En realidad, todas
podemos ser aplicadas en cualquier cosa que hagamos, solo hace falta poner nuestro
100 por ciento. Conformaríamos una cadenita inspiradora, una cadenita que
colgada de Dios nos motive a ser mejores en lo que hagamos. Motivar viene del
latín “motivus“, que significa movimiento, por lo que podría resumir estas líneas en que mis amigas,
las aplicadas, mueven el mundo con su trabajo y su dedicación.
Yo también quiero ser
aplicada, así que a dejar los panzazos y a pasar la materia de la vida con 10.
Por Angélica Gutiérrez
Comentarios
Publicar un comentario