En los últimos días del año que terminó y en los comienzos del año que empieza, no cesamos de desearnos unos a otros que tengamos un buen año.
A la familia, a los amigos y hasta a los poco conocidos les diremos ¡Feliz año Nuevo! o algo semejante. Un número parecido de personas nos desearán a nosotros
lo mismo y les daremos las gracias.
+ Pero, ¿Qué
es lo que entienden muchas gentes por un “año bueno”? Un año lleno de
felicidad, un año en que no sufras ninguna enfermedad, ninguna pena, ninguna
contrariedad, ninguna preocupación, sino al contrario, que todo te sonría y te
sea propicio. Que ganes bastante dinero, que te suban eso sueldo, que los precios
disminuyan, que la televisión comunique cada mañana buenas noticias. En pocas
palabras que no experimentes ningún contratiempo.
+ Es bueno desear estos bienes humanos para nosotros y para los demás… si no nos separan de nuestro último fin que es caminar por el sendero del bien que nos llevará a la vida eterna. Sin embargo, la realidad es que el año nuevo nos traerá en proporciones desconocidas alegrías y contrariedades.
+ Un año bueno
para un católico es aquél en que estas alegrías y contrariedades te sirvan para
amar más y mejor a Dios y a los que están a tu alrededor.
+ Un año bueno para un católico, no es aquel que viene cargado de una felicidad artificial al margen de Dios sino de una felicidad que nace de servirle mejor a Él y a los demás.
+ Un año bueno
para un católico es aquél en el que aceptes contento lo que la voluntad de Dios
permita y aproveches el tiempo que Dios te regala para ser mejor persona.
+ No
desperdicies ni un solo momento. Y si llega la caída, el error, el desánimo,
recomienza en seguida a través del sacramento de la Penitencia.
+ Un año bueno
para un católico es aquél en el que más que confiar en ti mismo, confíes en que
Dios te lleva siempre de su mano y te regala Su Gracia.
+ Un año bueno
para un católico es aquél en el que logres una relación personal más cercana
con Dios. Busca momentos de oración y de
encuentros con Dios en la Eucaristía.
¡Vive este año nuevo como si fuera el último
que Dios te concediera y con la confianza de que Él estará a tu lado en todo
momento!
Por María
Barroso,
De la
meditación de Fernández Carvajal (Hablar con Dios)
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