Una vez al mes visito a un amigo de la primaria, que ya graduado y después de varios años de tener su propia compañía, novia y una casa, decidió seguir el llamado de Dios.
Trabajó duro para cerrar su compañía y
acomodar a sus clientes con otras compañías que les dieran el servicio, le dijo
a la novia que se iría al Seminario porque él se veía de sacerdote.
Trató de que lo aceptaran, hizo exámenes y para
nuestra sorpresa, el día que recibió la carta de aceptación, estaba feliz.
Muchos han sido los motivos por los cuales lo
hemos acompañado en este camino que decidió seguir, al igual que él nos
acompaño cuando me casé y sobre todo el día de la boda, fue nuestro “bestman”,
chofer, y fotógrafo.
Cuando llegamos de visita al seminario, lo
vemos feliz, siempre lo ha sido, pero ahora disfruta más todo y hasta le ha
cambiado la sonrisa.
El lugar es muy bonito, todo rodeado de
campo, de los cuartos hay que salir al comedor caminando bastante en el campo o
a la capilla, o a la lavandería.
Cierto día, enfrente de mí, le preguntó su
mamá cómo seguía de las ampollas de la mano, y muy orgulloso nos dijo que ya
era un bueno cortando las yerbas a machetazos, le pregunté que de qué tamaño
era el jardín y sin contestar comenzó a reírse, pues vivía en el campo.
Es sorprendente que él, un señor de negocios,
acostumbrado a dar órdenes y que lo obedecieran, ahora se lava y tiende su ropa,
hace de comer. Aunque la primera vez que lo hizo, sus compañeros salieron a
ayudarlo ya que notaron que, en su vida había tendido ropa.
Ahora dice que también ya es un experto en
trapear.
No cabe duda que nos está enseñando lo que es
el amor y la entrega de verdad.
Ma. Pilar Barroso
Ma. Pilar Barroso
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