Cada día estamos mas
cerca de la Semana Santa, y se acercan los días santos de la pasión, muerte y
resurrección de Jesucristo. El centro de todos estos días es Jesucristo, muerto
y resucitado. Fijemos nuestra atención en Cristo, y meditemos los misterios de
su pasión y de su resurrección. Ese es el misterio pascual, núcleo del
cristianismo y de la vida cristiana.
El Hijo de Dios hecho
hombre se ha entregado libremente a la muerte, aceptando el plan redentor de su
Padre-Dios de salvar a todos los hombres. Todos errábamos como ovejas sin
pastor, y Él ha venido para reunirnos en un solo rebaño. Él es el pastor bueno
que nos busca y cuando nos encuentra nos toma cariñosamente sobre sus hombros
para llevarnos a la casa del Padre. Él es el hermano bueno que ha salido de la
casa del Padre sin darle la espalda para buscar al hijo pródigo, a cada uno de
nosotros, y reunirnos en su santa Iglesia. El retorno a casa será una alegría
para el corazón de Dios-Padre, que espera cada día nuestra vuelta hacia Él
La muerte de Cristo no
es un accidente en la vida del Redentor. Él ha venido para eso, para dar su
vida en un acto de culto al Padre, entregándose por cada uno de nosotros los
hombres. Él ha
pensado en este momento a lo largo de toda su vida. La muerte de Cristo es un
acto supremo de amor. La muerte ya no es una desgracia sin sentido.
El
creyente en Jesucristo vive la muerte como la “hora” suprema de su vida, la
hora de la verdad, la hora para la que ha de prepararse durante toda su vida.
Es preciso que en estos
días santos miremos al Corazón traspasado de Cristo en la cruz. Es un corazón
lleno de amor. La lanza que traspasó este costado nos ha abierto de par en par
las puertas de la misericordia de Dios, nos ha declarado hasta dónde llega el
amor de Dios por nosotros. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos”. El Corazón de Cristo es el lugar donde se han reciclado
nuestras miserias en la turbina de un amor más grande, que se llama
misericordia. La misericordia de Dios es más fuerte que nuestro pecado y es
capaz de hacer de nosotros hombres nuevos.
Que nadie se sienta
excluido. Es un amor muy profundo al tiempo que es un amor para todos y cada
uno de nosotros. Dios no nos ama de palabra, sino con obras y de verdad.
Los días que se acercan
de la Semana Santa quieren transmitirnos esa serenidad del Crucificado, que
ante el pecado de los hombres reacciona amando, y amando de manera más
elocuente. El amor verdadero está hecho de sacrificio. En Cristo crucificado
entendemos un amor que no se ha guardado nada, un amor sin medida, un amor
hasta el extremo.
Ese amor ha vencido a
la muerte. Jesucristo ha resucitado al tercer día. Si creemos en Él, es porque
ha resucitado. Mirar a Cristo crucificado sabiendo que la muerte ha sido vencida es un
motivo de esperanza para los que estamos abocados a la muerte.
El Corazón de Cristo, destrozado de amor en la cruz, continúa latiendo glorioso en el cielo después de la resurrección. Es un corazón que continúa amando. No se trata sólo de recordar un amor, que llegó hasta el extremo. Se trata de mirar a quien nos ama ahora desde el cielo con un corazón humano, traspasado de amor por nosotros. Del texto del obispo de Córdoba, España, monseñor Demetrio Fernández,
El Corazón de Cristo, destrozado de amor en la cruz, continúa latiendo glorioso en el cielo después de la resurrección. Es un corazón que continúa amando. No se trata sólo de recordar un amor, que llegó hasta el extremo. Se trata de mirar a quien nos ama ahora desde el cielo con un corazón humano, traspasado de amor por nosotros. Del texto del obispo de Córdoba, España, monseñor Demetrio Fernández,
“Que estos días santos me hagan vivir de ese mismo amor con el Tu, Jesús, te entregaste a la muerte, de
ese mismo amor con el que palpita Tu corazón resucitado, el es motivo de mi esperanza
porque es en Ti y sólo en Ti donde encuentro la salvación..”
DE CUCA RUIZ
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