Desde un principio en la Iglesia el episodio del
ciego de nacimiento al cual Jesús devuelve la vista ha sido visto como una
imagen del bautismo. El ciego pasó de la tiniebla a la luz por
intervención de Jesús; es lo mismo que ocurre con quien recibe el bautismo,
como dice San Pablo del que se hace cristiano: "En otro tiempo fuisteis
tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el
fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad"
A causa de esta relación entre el bautismo y la luz
es que desde los primeros siglos, al bautismo se le llamaba también
"iluminación". El bautismo nos concede la purificación del estado de
pecado en que todo hombre viene a este mundo y la comunicación de la gracia de Cristo y de la filiación
divina. Para los primeros cristianos, por medio de ese rito sacramental, era
claro el paso de las tinieblas a la luz, del error a la verdad, de la
esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios, de la muerte a la
vida.
En el episodio del ciego de nacimiento, la vista
corporal es signo de la vista espiritual. Jesús concedió al ciego ambas.
Trataremos de ver cómo está expresada aquí la realidad sacramental. Jesús, al
pasar, ve a un ciego de nacimiento y para curarlo de su ceguera, "escupió
en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y
le dijo: 'Ve y lávate en la piscina de Siloé'. El fué, se lavó y volvió ya
viendo". Inmediatamente surge en nuestra mente la pregunta: ¿Por qué Jesús
tuvo que hacer un rito tan complicado? ¿No bastaba una palabra suya para que el
ciego recobrara la vista? En realidad este es un "signo" destinado a
ser eficaz por virtud de la palabra de Jesús acogida en la fe: "Anda
lávate en la piscina de Siloé". El barro era necesario lavarlo con agua;
pero ese gesto de lavar, le devolvió la vista corporal. Obedeciendo y confiando en la
palabra de Jesús, el ciego ya revelaba su fe. Es lo que ocurre en el rito del
bautismo. El gesto visible se verifica con los sentidos; su significación y
efecto de gracia se concede sólo con la fe. "La carne es lavada
para que el alma sea purificada; la carne es ungida para que el alma sea
fortificada; la carne es nutrida con el cuerpo y la sangre de Cristo para que
el alma se sacie de Dios".
El ciego de nacimiento recobró la vista corporal y
adquirió también la iluminación espiritual. En este
episodio se nos informa que "los judíos habían decidido que, si alguno
reconocía a Jesús como Cristo, quedaría excluido de la sinagoga". Y esto
es lo que hicieron con el ciego que había recobrado la vista: "Lo echaron
fuera", porque él ahora veía a Jesús y confesaba a Cristo. En presencia de
todos declara: "Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada".
Jesús le pregunta al ciego ya curado: "¿Crees
en el Hijo del hombre?... El dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él". Hijo
del hombre es una expresión que Jesús usó para referirse a sí mismo. El ciego
iluminado vio a Jesús y confesó su fe en ese Hijo del hombre, en alguien de
naturaleza divina ante el cual hay que postrarse y adorar…. ¡Había visto la luz
verdadera!. Del
texto del P Felipe Bacarreza Rodríguez Obispo Auxiliar de Los Ángeles (Chile)
“Señor Jesús, que igual que el ciego se postra ante Ti, para adorarte,
pueda yo estar siempre a Tus pies. Dame, por favor la gracia, aumenta mi fe,
para que sea una mejor hija tuya. Y la señal de que estoy cumpliendo Tu
voluntad en mi es, que soy capaz de adorarte. Porque Tu eres el Señor, el único
Señor. Dame la gracia para que pueda yo entender esta verdad para amarte,
seguirte e ir por el camino por el que Tu me guías…”
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