En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y ricos, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: Mira, Señor, voy a dar a
los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré
cuatro veces más. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa,
porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y
a salvar lo que se había perdido.
El Señor hace fiesta con los pecadores. Se celebra la misericordia
de Dios, que cambia la vida. Después de estos dos momentos, el estupor del
encuentro y la fiesta, viene el trabajo diario, el anuncio del evangelio.
Este trabajo debe
ser alimentado con el recuerdo de aquel primer encuentro, de aquella fiesta. Y
esto es ese encuentro con Jesús
que cambió mi vida. Cuando tuvo misericordia y también me dijo: Invita a tus
amigos pecadores, para que hagamos fiesta. Ese recuerdo le da fuerza a Zaqueo
para seguir adelante. Es como soplar sobre las brasas de aquella memoria, soplar para mantener el fuego, siempre. De la homilia del Papa S.S. Francisco, 5/07/2013.
“Jesús,
Tú dijiste que habías venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Jesús,
yo soy una de ésas. Sin Ti, nada puedo, estoy perdida. Dame la luz, para que
pueda ver el camino, dame la constancia para tener siempre prendida la hoguera
del amor.
Ven,
Señor Jesús, que esta oración renueve en mí todo lo que está decaído, corrija
todo aquello que necesito cambiar, transforme lo que haya en mi vida que no sea
conforme a tu Palabra y ejemplo….”
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
"Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!
"Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega
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CUCA RUIZ
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