¡Alegraos! La
verdadera alegría en la vida es Jesús que con su nacimiento viene a disipar las
tinieblas del pecado y envolvernos en su luz maravillosa.
A este domingo la Iglesia lo llama “Domingo Gaudéte”, es decir,
domingo del “Alegraos”. “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito,
estad alegres”. Las tinieblas que cubrían el Antiguo Testamento comenzaron a
disiparse con la luz tenue de los profetas. Luego brilló la antorcha
precursora, de Juan. Hasta que finalmente amaneció Cristo, Sol
nacido de lo alto para iluminar a los que estaban sentados en las tinieblas de
la muerte.
La primitiva Iglesia nutrió su piedad en esta idea de
Cristo-Luz. Y dicha piedad cristalizó en una fórmula inserta en el Credo: “Creo en un solo Señor Jesucristo….,
Dios de Dios, Luz de Luz”. Y con su Luz vino la alegría .
Alegrémonos, porque se
acerca nuestro Salvador y Libertador. ¿De qué nos salva?.
De las cadenas y grilletes a los que tal vez nuestra alma está atada y por eso no es libre
para relacionarse en la oración humilde con ese Dios de la Salvación.
De los miedos que nos paralizan
y no nos dejan descubrir que ese Salvador es Padre y Amigo y Compañero de
camino hacia la eternidad.
De las
tristezas que nos ahogan, que nos impiden sonreír al experimentar la
ternura de ese Dios Libertador que viene con los despojos de su victoria en la
mano después de una lucha terrible contra el enemigo de nuestra alma.
De las falsas expectativas,
ilusiones y guiños que nos hace este mundo y nuestros sueños fatuos, que nos
pintan el seguimiento de Cristo como un camino de rosas, de éxitos y
reconocimientos, cuando en realidad sabemos que debemos seguirle por un sendero
de cruz, de esfuerzo, pero con Él a nuestro lado.
De todo eso viene a salvarnos: de
las falsas ideologías, de esperanzas disfrazadas, de sistemas socio-económicos
esclavizantes e inhumanos, de nuestros ridículos e devoradores egoísmos,
vanidades y ambiciones. Salvación completa, de cuerpo y alma y espíritu.
Alegrémonos porque
vuelve a nacer el Sol de justicia que lanza su luz sobre nuestro mundo.
¿A dónde quiere llegar
con su luz?
A nuestra Iglesia en esta hora aciaga, pero al mismo tiempo
entusiasmante y desafiadora, de su historia para que siga guardando con celo y
cariño el depósito de la fe. A nuestro mundo que se ufana de sus
conquistas científicas, al margen de Dios e incluso en contra de Dios; y lo
único que está pretendiendo es ser luciérnaga para sí mismo. A nuestras familias
hoy bombardeadas y cuyos escombros no nos permiten ver la belleza de esta
iglesia doméstica. A nuestros jóvenes que se preparan para un matrimonio
fiel y feliz, para que tengan la luz y el discernimiento para dar ese paso
noble en el proyecto de vida matrimonial según los designios de Dios. A
nuestros seminaristas y sacerdotes para que descubren o
redescubran la hermosura de la vocación de entrega alegre y gozosa al Señor en
el celibato por el Reino de los cielos, y no busquen otras compensaciones
mundanas, que nunca les harán felices por llevar una vida doble y no acorde a
su consagración a Dios en santidad de vida. A nuestros ancianos, para
que la Luz de Cristo les llene de esperanza y consuelo en esta etapa dorada de
su existencia y puedan vislumbrar la eternidad en el ocaso de su vida. A nuestros
hermanos más pobres y desfavorecidos, para que esa Luz de Cristo
entre en los corazones de todos los que puedan socorrerles material,
espiritual, moral y psicológicamente.
Y, en fin, la luz de Cristo quiere llegar a
todos; al igual que el sol manda sus rayos a todos, así Cristo. Sólo quien no
abre la ventana quedará en la oscuridad.
Alegrémonos
porque la Palabra de Dios se encarna y acampará entre nosotros. ¿Qué nos
dirá esa Palabra? Dios es Amor y Padre. Bienaventurados los pobres, los mansos,
los sufridos, los que tienen hambre y sed de la Voluntad de Dios, los puros,
los misericordiosos, los pacificadores, los perseguidos. “Amaos unos a otros
como Yo os he amado”, repartiendo el pan con el necesitado, enjugando las
lágrimas del que llora, consolando al triste, animando al desalentado y
perdonando al enemigo. Del
texto del P. Antonio Rivero, L.C., en Zenit.org. 14/12/2014.
“Señor,
lléname de tu alegría y de tu luz. Señor, que sea portadora de tu alegría y de
tu luz. Que abra de par en par las puertas de mi vida y Tu, Jesús entres por
las ventanas donde no ha entrado todavía Tu luz. Que mi alegría sea honda y
profunda, fundamentada en Ti….”
Por Cuca Ruiz
Precioso artículo que nos anima a buscar la luz de Cristo en esta Navidad y para el resto de nuestra vida." Todo por Tí, Señor, todo contigo".
ResponderEliminarY que veamos mas allá de los regalos y la cena.... que veamos que es una fiesta del Amor
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