En la lucha contra la violencia ejercida hacia la mujer y
la construcción de sociedades con más equidad de género, las organizaciones
internacionales han invertido mucho dinero en estudios y programas que nos lleven
a comprender más este vicio para erradicarlo. Pero en esta cascada interminable
de esfuerzos, pocos son los que consideran un factor esencial y casi olvidado
de esta ecuación de la desigualdad social entre hombres y mujeres: el hombre
mismo.
Por absurdo que parezca, pocos programas de equidad se dirigen
al hombre o lo incluyen, al estar inundados por visiones feministas radicales
que ven en el aislamiento de la mujer la solución a la desigualdad.
Casi ninguno se ha detenido a considerar las condiciones en
que los hombres se desarrollan y que los llevan a construir relaciones poco
equitativas o inclusive violentas.
Entre los pocos estudios que se han abierto a valorar la
realidad de los hombres en las relaciones de pareja y de familia, está el
IMAGES (International Men and Gender Equality Survey ) realizado por el
Instituto Mexicano ProMundo y el ICRW (International Center for Reaserch on
Women) con el apoyo de la ONU y el UNFPA
(Fondo de Población de las Naciones Unidas) desde Diciembre del 2011 y que se
ha estado realizando en países como Brasil, Chile, Croacia, India, México y
Ruanda. (1)
Entre los resultados de este estudio, único en su género por
adentrarse en la raíz de los problemas que llevan a la inequidad, sobresalen
varios datos que hablan de factores decisivos en la vida de los hombres: la influencia
y presencia de sus propios padres en la familia de origen, el grado de su
involucramiento personal en las actividades del hogar y cuidado de los hijos y
la organización del trabajo remunerado que influye en su involucramiento
familiar.
Algunas conclusiones que se obtuvieron de estos resultados
fueron que:
·
Los niveles de equidad
de género detectados en los hombres se elevaban en aquellos que se involucraban
más con los hijos y en su cuidado.
·
Además los hombres que
tenían una actitud más equitativa coincidieron con aquellos cuyos padres o
figura masculina en la familia de origen participaban más en el hogar.
·
Por otro lado, el trabajo
incidía más como inhibidor del involucramiento de los hombres con los hijos que
en las mujeres.
Estos factores cultivadores de la equidad de género en las
relaciones de pareja y familiares, han sido, para la fe católica, una urgente
constante en su cátedra y temas centrales a defender, tanto en el ámbito internacional
y dentro de cada país:
·
La importancia de la
familia formada por madre y padre con los hijos.
·
La importancia de la
presencia del padre.
·
El urgente equilibrio
personal-laboral para compartir las responsabilidades de crianza de los hijos.
La relevancia de estas conclusiones es central, pues la
mayoría de los programas y políticas que se promueven a nivel internacional,
nacional y local en muchos países del mundo, insisten en crear una cultura
donde la responsabilidad de la maternidad y paternidad se hace recaer
exclusivamente sobre la mujer, donde la presencia de padre y madre en las familias
ya es optativa, y donde la exigencia de productividad laboral sobre la mujer y
el hombre carcome la esencial labor de la crianza compartida de los hijos.
Si se quieren construir sociedades más equitativas, se
deben conocer más a fondo sus raíces, y
reconocer los factores que la cultivan y los que la destruyen. Además, se deben
de promover, en vez de atacar, aquellos valores humanos y espirituales que
hacen crecer las actitudes de compromiso e igualdad en hombres y mujeres, así
como las instituciones que las promueven.
Por Ana Elena Barroso
Estoy de acuerdo, hay que incluir a los hombres. La complementariedad entre hombre y mujer puede ser la clave para entendernos mejor. Podemos ser amigos, compañeros, cónyuges, padres y madres mirando y construyendo juntos un futuro mejor donde impere la comprensión, el cariño, la ayuda mutua, la solidaridad. ¿Por que antagonizar nuestra relación? Ambos necesitamos comprensión, no manipulación.
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