En la búsqueda de la igualdad con el hombre, la mujer ha
transitado, con muchos obstáculos y precipicios, de estar a la sombra de los hombres
en al ámbito privado del hogar y la familia y el cuidado de sus miembros, y que
muchas veces le ha implicado la marginación, al extremo moderno de la
uniformidad productiva, donde el individuo ya es neutro y reemplazable, imponiendo
la eliminación de las particularidades y con ellas, desgraciadamente, las
riquezas que estas dan a cada individuo.
Es que no habrá otro modo que el de dejar de ser mujer para
tener algo de dignidad? ¿O es que se tiene que vender esa dignidad para
siquiera sobrevivir?
Estas reflexiones y muchas preguntas que ahondan en las
entrañas y raíces de esta búsqueda han surgido dentro de la Iglesia Católica
desde hace tiempo. El mismo Jesús rompe esquemas en su trato con ellas. En la
época moderna, el Vaticano II abrió de nuevo la revaloración de la mujer,
seguido de esfuerzos continuos por parte de la Iglesia de desterrar de sus
filas y del ambiente social en general, el desprecio antiguo y objetivación
moderna de la mujer
Y este año, el Papa
Francisco retoma el tema en la Asamblea Plenaria del Pontificio
Consejo para la Cultura, que se ha reunido para tratar el
tema en La reunión: “Las culturas femeninas: igualdad y diferencia”.(1)
En un esfuerzo para buscar respuestas que , viniendo de las
mismas mujeres a través de propuestas y reflexiones, las lleve a la plenitud de
su ser, la reunión se basó en un documento de trabajo basado en estas que
sintetiza de forma extraordinaria el tránsito de las luchas y pesos de la
mujer, los intentos acartonados de reivindicación a través de la historia y las interrogantes que esto lanza a la fe
católica y a su Iglesia.(2)
Este documento, con el que habrían de trabajar los miembros
del Consejo hace mucho hincapié en las situaciones de violencia,
discriminación, pobreza, marginación, explotación comercial que viven muchas
mujeres. Y sobre todo subraya la importancia de la fe católica como factor que
ofrece en su visión y misión cimientos que cultivarían una cultura sin
violencia y menosprecio, donde las mujeres sin tener que renunciar a su
feminidad ni tener que volverse hombre sean valoradas. Además de ser una voz
que, a través del tiempo ha hecho hincapié a todas las sociedades y culturas en
la necesidad de la riqueza de la mujer y de sus capacidades únicas dentro de
la familia, sociedad, política, ciencia, cultura y también dentro de la misma
Iglesia.
Durante la inauguración de
los trabajos este febrero pasado, ante la presencia de Mónica Maggioni,
directora Rai News 24 y Nancy Brilli, actriz, Anna María Tarantola, Presidenta
de la RAI, subrayó que “el recorrido
hacia la paridad no significa homologación de modelos”. Por eso ha afirmado que
tenemos características que nos diferencian, aún en la igualdad de seres
humanos. “No debemos tender al modelo masculino”, ha advertido (3 )
El Papa en su discurso de clausura pidió buscar “un
equilibrio que sea armónico, no sólo balanceado” entre varones y mujeres. Y ha
puesto en guardia contra la constitutiva debilidad de las ideologías para
tratar este tema. Con lucidez, Francisco constata que hoy hemos superado varios
modelos de relación entre varón y mujer: el de la subordinación social de la
mujer al hombre es uno de ellos, aunque este modelo “no ha agotado nunca del
todo sus efectos negativos”. También el ideal “de la simple y pura paridad,
aplicada mecánicamente, y de la igualdad absoluta”. Actualmente, reflexiona el
Pontífice, se ha configurado cada vez con más fuerza “un nuevo paradigma: el de
la reciprocidad en la equivalencia y en la diferencia”.(4 )
También se refirió
con dolor al hecho de que el cuerpo femenino, símbolo de vida, “lamentablemente
no pocas veces es agredido y estropeado también por parte de aquellos que
deberían ser sus custodios y compañeros de vida”. Y no faltó la mención
avergonzada a “las tantas formas de esclavitud, de mercantilización, de
mutilación del cuerpo de las mujeres”, que impulsan “a trabajar para vencer
esta forma de degradación que lo reduce a puro objeto para ser vendido en
varios mercados”, y a ser víctima de la cultura del descarte. (5 )
Finalmente, el Pontífice reflexionó sobre “la
urgencia de ofrecer espacios a las mujeres en la vida de la Iglesia”, así como
sobre el rol insustituible de la mujer en la familia y la fuerza genuina que,
para la vida de todas las personas, representan “las dotes de delicadeza,
sensibilidad particular y ternura, de las cuales es rico el espíritu femenino”.
( 6)
Al final del documento de trabajo, hecho por mujeres, se trata
la participación de la mujer dentro de la Iglesia. En este apartado deja muy
claro el tema de las mujeres y el sacerdocio. Al respecto dice:
“No se trata de poner en marcha una revolución contra la
tradición. Las voces femeninas con sentido común no pretenden ni piensan en
arrancar trajes o puestos a los varones, subvirtiendo la relación de poder
entre sexos ni, mucho menos, ponerse una birreta púrpura, a costa del
reconocimiento de las mujeres con todas sus peculiaridades femeninas. El objetivo realista
podría ser abrir a las mujeres las puertas de la Iglesia para que ofrezcan su
competencia, sensibilidad, intuición, pasión y dedicación, en plena
colaboración e integración con la componente masculina.” (7)
Y finalmente lanza algunas preguntas que los miembros
tendrán que considerar en el trabajo que irá realizando esta Comisión durante
este año para llegar a conclusiones:
“¿Qué espacios se proponen a las mujeres en la vida de la
Iglesia? ¿Son acogidas teniendo en cuenta la nueva y diferente sensibilidad
cultural social, identitaria? ¿Se siguen proponiendo modalidades de
participación a partir de esquemas masculinos que no les interesan? • ¿Nos
hemos preguntado qué tipo de mujer necesita hoy la Iglesia? ¿Su participación,
se piensa y se elabora junto con ellas? ¿O se les entregan modelos ya
elaborados que no responden a sus expectativas o responden a preguntas hoy
superadas? (8)
Por Ana Elena Barroso
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