Empieza Abril, ¡es un hecho que este año se está
yendo volando! De porrazo nos topamos con cuaresma y en un santiamén se nos fue
la Semana Santa. Cómo se va la vida... y no vivimos preparándonos para bien
morir.
Cuando la enfermedad llega a
su etapa final, por más que nuestros familiares y amigos nos quieran dar
fortaleza para dar el paso final, finalmente le tememos a lo desconocido y no
nos sentirnos listos, con las manos llenas de buenas obras y una vida plena en
el Señor. ¡ Eso es lo que nos pasa! Pero como decía San Juan Pablo II: “no
temáis, no tengáis miedo”.
Por ello creo que tenemos que
empezar en nuestra vida diaria a vivir la presencia del Señor que nos llena el
espíritu de amor y darlo hasta que nos duela amar tanto.
Para lograrlo debemos
comenzar primero a llenarnos de amor hacia Dios, de esta manera será más fácil
amar a los demás. Hay que darnos tiempo para la vida de oración a primera hora,
el ejercicio corporal después. Para iniciar el día amando hay que “vitaminarse”
y fortalecerse con la oración y el amor de Dios.
A pesar de los tropiezos de
la vida, hay que tener fe y confianza en Dios, apoyarse en él y de esta manera
será más fácil seguir adelante.
Así al ir pasando la
enfermedad si ya estas acostumbrado a tener su presencia desde temprano en el día,
al sentir que se te acaba la vida te será mas fácil dejarte llevar a Él, al final de la vida.
María del Pilar Barroso
Losada
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