LA LIBERTAD DE EXPRESION VS EL RESPETO A LAS CREENCIAS:¿DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES?



 

En esta época donde la libertad de expresión y las creencias religiosas se han enfrentado múltiples veces, de formas distintas y hasta agresivas, una pregunta de fondo emerge más urgente que nunca: ¿Hasta dónde la libertad de expresión debe ser defendida como columna de una sociedad moderna y en dónde comienza el respeto al derecho a la fe y creencias?

 
Los límites y alcances no están claros y a veces son tan confusos que amenazan con producir más enfrentamientos violentos. La solución para este dilema no es sencillo, pero el primer paso para construirla puede estar  más cerca de lo que imaginamos. Ésta requerirá tiempo y esfuerzo, porque se debe garantizar que ambos derechos puedan ejercerse sin menoscabo del otro.

 
 
 
 
 
Este primer paso hacia el equilibrio ha sido promovido, desde hace tiempo, por una de las religiones más afectadas: la fe católica. Ésta  ha sido atacada y ridiculizada justificada e injustificadamente, muchas veces en los medios de comunicación. En su afán de reconciliación, su respuesta ha sido el silencio paciente que le caracteriza. Otras veces ha señalado los excesos de estos medios y aún otras ha pedido que se corrija la afrenta. Su manera de hacerlo ha sido, como regla general, por los medios civilizados en los que cree firmemente como única forma de entendimiento y convivencia entre los hombres

Mons. Juan del Río, obispo de Asidonia Jerez, ha descrito muy bien este énfasis en el característico espíritu pacífico de la fe católica ante los ataques de que ha sido objeto:

 

“Sin embargo, no todas las religiones son iguales. El cristianismo es la religión del amor y del perdón, como claramente dice Benedicto XVI en su primera encíclica. Eso le ha acarreado el ser el grupo humano más perseguido del mundo en los tiempos modernos, supuestamente civilizados.” ( 1)

 
Pero la importancia de la justicia dentro de esta misma fe, la ha llevado a señalar la necesidad de la responsabilidad en el ejercicio de la libertad de expresión. En palabras de  San Juan Pablo II:

 
“No se puede escribir o transmitir sólo en función del índice de audiencia, en detrimento de servicios verdaderamente formativos. Tampoco se puede recurrir indiscriminadamente al derecho a la información, sin tener en cuenta otros derechos de la persona. Ninguna libertad, ni siquiera la libertad de expresión, es absoluta, pues encuentra su límite en el deber de respetar la dignidad y la legítima libertad de los demás. Nada, por más fascinante que sea, puede escribirse, realizarse o transmitirse en perjuicio de la verdad. Aquí no sólo pienso en la verdad de los hechos que referís, sino también en la "verdad del hombre", en la dignidad de la persona humana en todas sus dimensiones”. (2)

 

 
Este mismo año, el Arzobispo Silvano M. Tomasi, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra,ha reflexionado atinadamente, cuando intervino en la 28ª sesión del Consejo para los Derechos Humanos en Marzo del 2015, sobre las consecuencias que la falta de responsabilidad de esta libertad puede traer y, al mismo tiempo, sobre los beneficios que su correcto ejercicio puede dar:

''La libertad de expresión que se utiliza indebidamente para menoscabar la dignidad de las personas y ofender sus convicciones más profundas, siembra la semilla de la violencia.
Naturalmente, la libertad de expresión es un derecho humano fundamental que siempre debe ser apoyado y protegido; de hecho, también implica la obligación de decir responsablemente lo que una persona piensa en vista del bien común... Sin embargo no justifica relegar a la religión a una subcultura irrelevante o a un blanco fácil de burlas y discriminación.
Ciertamente, los argumentos antirreligiosos, incluso en forma irónica pueden aceptarse, ya que es aceptable usar la ironía sobre el laicismo y el ateísmo. La crítica del pensamiento religioso puede incluso ayudar a desmantelar varios extremismos.
 ¿Pero que puede justificar los insultos gratuitos y el escarnio de los sentimientos religiosos y de las creencias de otras personas que, después de todo, son iguales en dignidad?” (3)

 
 
 
Como podemos ver el equilibrio que la fe católica promueve entre la libertad de decir lo que se piensa y el derecho al respeto en lo que se tiene fe, insiste en la responsabilidad con que se ejerce la primera. La llave, desglosada por diferentes miembros de la Iglesia, para ejercerla responsablemente de manera que brinde los beneficios que ofrece, parece residir en varios requisitos al momento de comunicar:

 

·        El  modo como se expresa y transmiten las ideas.

·        La motivación e intención por la que se busca difundirla.

·        La apertura al diálogo  sobre lo que se quiere  discutir.

·        Un interés real de alcanzar el bien común.

 

Todos estos factores son indispensables para no invadir, con una libertad, el derecho de otro.

La libertad de expresión debe encontrar el modo, la forma, la motivación, el encuentro y el interés por el bien común que la elevará  a ser no solo una herramienta de justicia y verdad sino un elemento de unión y humanización. Y hacer consciencia, como bien dijo el Arzobispo Tomasi en su intervención ante la ONU, que:

                 No existe el “derecho de ofender”.”(4)


Por Ana Elena Barroso





(4)    IDEM

 

 

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