Durante las últimas décadas, la Iglesia Católica ha hecho
hincapié en los peligros que las políticas demográficas traerían a las
comunidades y países. Además ha generado conciencia de la presión que la cultura
del “producir ante todo”, ejerce sobre la mujer. (1)

Las consecuencias de estas políticas ya se han dejado ver
en algunos países europeos donde los efectos no solo se reflejan en los bajos
niveles de natalidad, sino en miles de mujeres que viven la agonía de tratar de
tener hijos a edad avanzada, después de alcanzar los objetivos de su carrera
profesional. Para muchas otras, la necesidad de un ingreso y las difíciles
condiciones para armonizarlo con la maternidad y el cuidado de los hijos, las
ha orillado a posponer el ser madres.

El problema es tal, que este año, la Ginecóloga
especialista Geeta Nargund, cabeza del Departamento de Medicina Reproductiva
del Hospital St. George de Londres, ha enviado un documento a la Secretaria de Educación
de ese país, Nicky Morgan, insistiéndole que dentro los planes de estudios para
jóvenes de las escuelas se incorpore información sobre el comportamiento de la fertilidad
humana a lo largo de la vida.

La Dra. Nargund subraya:” Las mujeres educadas no están
necesariamente capacitadas en temas de fertilidad”, y deja ver que los jóvenes
no están enterados sobre los efectos que la edad, el alcohol y el cigarro tiene
sobre la fertilidad y pide que se les recomiende tratar de empezar una familia,
a más tardar a los 30 años. (4)
Las experiencias con las mujeres de países de primer mundo,
deja ver la importancia de lo que ha sugerido la Iglesia Católica de protegerlas
y ayudarlas durante la maternidad.

Éstas beneficiarán no solo a la pirámide
poblacional y a la economía de dichos países, sino la estabilidad de miles de
familias, parejas y sobre todo de mujeres que buscan realizarse en su anhelo de
ser madres, además de cumplir con sus responsabilidades tanto laborales como
familiares.
Por Ana Elena Barroso
(4)
IDEM
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