En la más reciente encíclica,”Laudato Si” (“Loado seas”), el
Papa Francisco hace un acercamiento muy humano, constructivo y refrescante a la
problemática ecológica de nuestro tiempo. Partiendo de los síntomas que presenta
la actual crisis del medio ambiente desemboca en la cercana relación de éstos
con las características de las relaciones del hombre con los demás seres
humanos y con Dios mismo. Ahí encuentra muchas raíces comunes de lo que
acontece no solo a nivel de ecosistemas naturales, sino también de los “ecosistemas”
personal y social. En específico, subraya que los efectos han recaído sobre los
más vulnerables: niños, ancianos, enfermos, pobres, discapacitados y muy
especialmente sobre la mujer.
“El ambiente
humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar
adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que
tienen que ver con la degradación humana y social.
De hecho, el
deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los
más débiles del planeta.” n. 48
En
el desarrollo del documento se van tratando muchos de los aspectos del problema
ambiental y social y se va encontrando que presentan un fondo constante y común:
la erosión de la “humanidad” de los seres humanos. El Papa deja ver que la aceptación
del individualismo, el relativismo y el egoísmo como rectores de la vida
personal y constructores de la cultura han llevado a un “aprovechamiento “o
“eliminación” del otro y de la naturaleza, según la propia conveniencia:
“…que la
indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre
terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos.
El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no
tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento
con cualquier criatura « es contrario a la dignidad humana .” n.92
Toca problemas, que afectan
especialmente a las mujeres y niñas como son la trata, la prostitución, el
narcotráfico y que son causados por esta
misma dinámica de todo es “desechable” que lleva a llenar de basura el campo, ríos
y lagos, y que ha llegado a una esfera más
preocupante que es la de las relaciones humanas:
“Si no hay
verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los
propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la
trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el
comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de
extinción? ¿No es la misma lógica relativista la que justifica la compra de
órganos a los pobres con el fin de venderlos o de utilizarlos para
experimentación, o el descarte de niños porque no responden al deseo de sus
padres? Es la misma lógica del « usa y tira », que genera tantos residuos sólo
por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita.” n.123
También habla del peso que
esta misma “cultura” ha impuesto sobre
los hombros de las mujeres al imponerles un desempeño de “producir y no
reproducirse” para alcanzar objetivos económicos y demográficos, a través de la
anticoncepción como único método de planificación de la vida sexual de pareja y
de la familia:
“En lugar de resolver los problemas de
los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer
una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países
en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de « salud
reproductiva ». Pero, « si bien es cierto que la desigual distribución de la
población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso
sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es
plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario ».28 Culpar al
aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un
modo de no enfrentar los problemas.” n.50
Además profundiza en el
enraizamiento de la actitud de lo “desechable” en la mujer, manifestado en el
disponer de la vida del propio hijo como única solución para resolver, a solas,
el problema de abandono social del que muchas veces es objeto o simplemente
para lograr objetivos personales:
“….cuando no se reconoce en la
realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con
discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los
gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara
autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de
su existencia se desmorona, porque, « en vez de desempeñar su papel de
colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con
ello provoca la rebelión de la naturaleza.” n.117
Ligado en forma muy profunda, advierte del detrimento
del ecosistema humano y de las instituciones donde ella se desarrolla y que le
afectan directamente, como lo es la familia. En ellas la mujer es, muchas
veces, la columna principal y en vez de sentirse realizada y protegida se le ha
hecho sentir esclava, prisionera y vulnerable:
“Si todo está relacionado, también la
salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y
en la calidad de vida humana: « Cualquier menoscabo de la solidaridad y del
civismo produce daños ambientales ».En ese sentido, la ecología social es
necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas
dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la
comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de
los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que
regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos,
como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia” n.142
Pero en la misma naturaleza humana el Papa ve los signos de esperanza, pues ya hay reacciones de concientización a esta cascada de crisis ecológica y social que ahoga a todos los seres del planeta. El mismo Papa reconoce que es loable la labor de tantos grupos ecologistas que defienden el planeta y a los seres vivos.
Uniéndose a estas voces, el Papa propone
una ECOLOGIA INTEGRAL que reconozca la complejidad de la problemática. Debe
apreciar el valor de la ciencia y los grandes avances en tecnología e
incorporar la aportación que las otras dimensiones del hombre pueden aportar,
como lo es la cultural y la espiritual:
“Si tenemos en cuenta la complejidad
de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las
soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la
realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los
pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad.” n.
63
“Siempre es posible volver a
desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce
a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los
demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el
deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo
la conciencia aislada y la autorreferencialida es la raíz que hace posible todo
cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral
de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera
de uno mismo.” n.208
En las líneas finales de la
encíclica, el Papa subraya la
importancia de la educación y formación de los niños y jóvenes, a través de la
escuela, la parroquia y los medios de comunicación. Menciona, especialmente, la
centralidad de la familia en la construcción de esta nueva cultura, en donde la
mujer tiene una gran influencia:
“Los ámbitos educativos son diversos:
la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. Una
buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir
efectos a lo largo de toda una vida. Pero quiero destacar la importancia
central de la familia, porque « es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser
acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está
expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico
crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia
constituye la sede de la cultura de la vida. En la familia se cultivan los
primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto
de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la
protección de todos los seres creados. La familia es el lugar de la formación
integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente
relacionados entre sí, de la maduración personal. En la familia se aprende a
pedir permiso sin avasallar, a decir « gracias » como expresión de una sentida
valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad,
y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera
cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a
lo que nos rodea.” n.213
En todo este deseo de mejorar el
medio ambiente y los ambientes sociales, que ya vimos que no se pueden separar,
la mujer tiene un lugar muy especial. Se podría decir que aunque, desgraciadamente,
ella es una de las víctimas del deterioro ecológico y social, ella tiene en sus
manos uno de los principales medios para su solución.
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