A 30 AÑOS DE LA LLEGADA DEL DIVORCIO:LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS


 

 

La reacción generalizada ante el divorcio de un matrimonio con familia parece ser muy compasiva y considerada. Se hace alusión a los estragos que hubieran ocurrido si la pareja se hubiera quedado junta y lo que hubieran sufrido los niños al ver a sus padres en continua pelea y discusiones. Y hasta parece ilógico no poner remedio cortante al asunto por “el bien de todos”. En algunos casos extremos estas consideraciones pueden ser acertadas, pero según estudios sociales  y económicos sobre la experiencia de décadas de la estandarización del divorcio en Estados Unidos, la realidad alrededor de esta “solución” está muy lejos de brindar beneficios, inclusive a nivel económico y de  seguridad social en aquel país.

Esta realidad fue revisada en el 2014 por el Colegio Americano de Pediatras con un compilado de los estudios y literatura realizados a lo largo de más de tres décadas sobre el impacto de la estructura familiar sobre la salud y bienestar de los niños. (1) La conclusión esencial de esta revisión extensiva es que los niños que viven con sus padres biológicos casados tienen un mayor bienestar físico, emocional y académico y que además, se desarrollan mejor cuando los padres tienen problemas pero  tratan de resolver sus diferencias y mantener su matrimonio que cuando se separan.
 
 
Los hallazgos novedosos no se detienen ahí. Las consecuencias de un divorcio han ido permeando y erosionando aspectos que ni siquiera se pensaban que podrían verse afectados, sobre todo en lo que a las mujeres y su bienser se refiere.

Los padres también sufren y no solo a nivel emocional sino también en lo económico, de salud y de seguridad personal. Esto sucede sobre todo a las mujeres, con ingresos menores, mayor riesgo de enfermedad y una mayor probabilidad de violencia ejercida por nuevas parejas.

Muchas madres solteras resultaron del desastre del divorcio y los hijos que se criaron en estos hogares monoparentales han presentado menos posibilidades de ascender en su nivel económico. Las mujeres que criaron a sus hijos solas, apenas y lograron recuperar el 94% del ingreso que tenían antes de divorciarse, mientras que las parejas que se mantuvieron juntas vieron sus ingresos aumentados con el tiempo. Por lo que los hijos de madres solteras presentaron mayor probabilidad de vivir en la pobreza que los que vivieron con sus padres casados.

Otro fenómeno derivado del aumento en divorcios es la cohabitación, como una respuesta “preventiva” a este problema de separación de las familias. Se encontró  que son menos estables y  que se separan cuatro veces más que las casadas que no cohabitaron antes del matrimonio.

Los jóvenes también son alcanzados por sus efectos, en términos de salud emocional y psicológica. Se encontró que los universitarios de padres divorciados eran más proclives a sufrir agresiones verbales y violencia de su pareja, por baja autoestima y habilidades sociales. Además de haber sido más proclives a secundar el sexo premarital, la cohabitación y el divorcio, repitiendo la  dinámica erosiva de sus padres.

Por último, a nivel macroeconómico, el divorcio ha demostrado ser un costoso paquete para gobiernos y naciones. En el caso del Reino Unido, el costo del rompimiento familiar representó, en 2015 la cantidad de 47 billones de libras, equivalente a su gasto en defensa, o la mitad del costo de la educación en ese país.

Por todo esto, el Colegio Americano de Pediatras urge a los padres con matrimonios en problemas a hacer el mayor esfuerzo por preservar su matrimonio y sanar su relación y recomienda alentar las políticas públicas que  promuevan la salud y permanencia de la familia biológica.
 

 Propuesta que coincide con lo que la fe católica enseña en sus principios y que la Iglesia Católica ha defendido desde hace mucho tiempo: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.” (2) Y ahora queda claro que su insistencia no era exagerada, como se ha dejado sentir en innumerables ocasiones, ni falsamente fundamentada.

Por Ana Elena Barroso
@mujer_catolica

 


(2)     Nuevo Testamento Mc 10, 2-16

 

 

Comentarios