En los últimos días se ha dado un revuelo por el anuncio que hizo el Papa Francisco del perdón del aborto durante el Año Santo de la Misericordia que comienza este próximo 8 de diciembre. Las felicitaciones al Santo Padre no se hicieron esperar por “aceptar” por fin el progreso de esta medida liberadora de la mujer. Pero esto ha resultado, como ya es costumbre, por la descontextualización de las palabras y el intento de crear polémica creando una gran confusión sobre el tema. Sí habrá el perdón de este pecado en este año ¡Pero siempre la ha habido al interior de la Iglesia! Lo único que cambia es la forma y accesibilidad a éste.
En su preocupación
por acercar la ayuda espiritual que la mujer que ha abortado necesita, el Papa
Francisco ha ampliado la capacidad de perdonar el pecado del aborto a todos los
sacerdotes, con la misma mecánica que se ha hecho en la Iglesia por mucho
tiempo. Este perdón, como siempre, se da a la persona arrepentida que se acerca
a la confesión y confiesa su pecado.
“Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al
aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa
decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas
mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y
dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de
comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo
el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al
Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre.”
(1 )
Este perdón y
la sanación que trae consigo al alma siempre ha sido muy importante para la
Iglesia, tanto como hacer conciencia de la necesidad de acogida y asistencia
que las mujeres que atraviesan por un proceso como éste necesitan. Así lo
expresa Pablo VI en 1974, en la Declaración sobre el Aborto:
26….“Esta es la ley
de la caridad, cuyo primer objetivo debe ser siempre instaurar la justicia. No
se puede jamás aprobar el aborto; pero por encima de todo hay que combatir sus
causas. Esto comporta una acción política, y ello constituirá en particular el
campo de la ley. Pero es necesario, al mismo tiempo, actuar sobre las
costumbres, trabajar a favor de todo lo que puede ayudar a las familias, a las
madres, a los niños.” (2)
Además el Pontífice
ha insistido en tener cuidado en caer en las redes de la propuesta moderna de una
“falsa compasión que avala el aborto como ayuda a la mujer, la eutanasia como
acto de dignidad, producir un hijo como derecho y usar la vida humana de
conejillo de indias como conquista científica.” (3)
El hace notar
la gran diferencia con la “compasión evangélica, que es la actitud del buen
samaritano que acompaña en los momentos de necesidad, ve, se compadece y ofrece una ayuda concreta.” (4)
Esta claridad
de la abismal distancia entre acompañar y ofrecer ayuda y la de abandonar y
dejar a su suerte a la mujer, arrinconándola a tomar decisiones que de otro
modo no hubiera tomado, lleva a ver que el perdón que ofrece la Iglesia en este
Año Santo de la Misericordia es para ofrecer la curación y acogida de Jesús a
todos esos corazones aprisionados por esta situación y abandonados por la
frialdad de la cultura individualista y utilitaria, de la que la fe católica
tanto nos previene.
Por Ana Elena
Barroso
(4)
IDEM
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