Si se pudiera escuchar
el grito más fuerte que hay en el corazón de miles de personas, se oiría, en
todas las lenguas del mundo, una sola palabra: ¡paz!
La dolorosa actualidad
de este tema, unida a la necesidad de dar de nuevo a la palabra paz la riqueza
y la profundidad de significado que esta tiene en la Biblia, me ha empujado a pensar
en este tema para meditar. "Paz en la tierra a los hombres que ama
el Señor" y también a comenzar a vivir en nuestro interior este mensaje.
Son palabras de Pablo en la Carta a los Romanos: "Justificados, entonces, por
la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él
hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por
Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios".
Esto debe provocar, en el corazón, ese anuncio del apóstol:
"¡Tenemos paz con Dios! ¡Se ha hecho la paz! ¡Una nueva era ha comenzado
para la humanidad en su relación con Dios!". Cuando hablamos de paz, somos
llevados a pensar casi siempre a una paz horizontal: entre los pueblos, entre
las razas, las clases sociales, las religiones.
La palabra de Dios nos enseña que la paz primera y más esencial es la
vertical, entre cielo y tierra, entre Dios y la humanidad. De ella dependen todas las otras formas de paz.
El anuncio de Pablo presupone que algo ha sucedido que ha cambiado el
destino de la humanidad. Si ahora estamos en paz con Dios, quiere decir que antes no lo estábamos; si ahora "ya no hay
ninguna condena", quiere decir que antes había una condena. Veamos qué es
lo que ha producido tal cambio decisivo en las relaciones entre el hombre y
Dios.
Frente a la rebelión del hombre, el pecado original, Dios no abandona
la humanidad a su destino, pero decide un nuevo plan para reconciliarlo
consigo.
La larga preparación comienza con las alianzas bíblicas. Primero con
personas individuales: Noé, Abraham, Jacob; después, a través de Moisés, con
todo Israel, que se convierte en pueblo de la alianza. Estas alianzas, a
diferencia de las humanas, son siempre alianzas de paz, nunca de guerra contra
enemigos. Esta paz universal viene presentada como un regreso a la paz inicial
del Edén, con imágenes y símbolos que la tradición hebrea interpreta en
sentido literal y la cristiana en sentido espiritual.
El Nuevo Testamento ve realizar todas estas profecías con la venida de
Jesús. Su nacimiento es revelado a los pastores con el anuncio: "¡Paz
en la tierra a los hombre que ama el Señor!". Jesús mismo afirma
haber venido a la tierra para traer la paz de Dios: "Mi paz os dejo, dice; mi
paz os doy". La Iglesia apostólica no se cansa de proclamar a
Cristo en la realización de todas las promesas de paz de Dios. Hablando del
Mesías que nacería en Belén de Judá, el profeta Miqueas había preanunciado: “Y Él
mismo será la paz”; exactamente lo que la Carta a los Efesios afirmaba
de Cristo: "Porque Él es nuestra paz". El Nacimiento del Señor
es el nacimiento de la paz De la predicación del P. Raniero
Cantalamessa, 05/12/2014.
“Jesús mío, te pido por la paz, por la paz
en este mundo lleno de sombras…Señor, el mundo te ha abandonado, nos hemos
olvidado de tus mandatos…Ten misericordia de nosotros…mueve nuestros corazones……aleja
de nosotros al maligno…¡Que haya paz, primero en nuestros corazones, que no
haya envidia, soberbia, ni egoísmo…que reine tu amor y solo tu amor…”
por CUCA RUIZ
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