AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS..¿ HASTA MATAR EN SU NOMBRE?



Ante la masacre de Paris, realizada " en nombre de Allah", nos preguntamos los católicos: ¿Es el homicidio un camino enseñado por una religión monoteista como la cristiana o la musulmana?
Una reflexión de Cuca Ruiz nos puede ayudar a iluminar hoy nuestro corazón apesumbrado por estos eventos bárbaros e incomprensibles.
 
 
Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas…y a tu prójimo como a ti mismo”.
 
La ley de Moisés se había ido llenando de preceptos, explicaciones, reinterpretaciones. Urgía pues saber qué era lo esencial entre tantas reglas.
 
Cuenta la tradición judía, no la Biblia, que por los años del siglo XIII a.C., Moisés, libertador, legislador y profeta del pueblo de Dios en la esclavitud, subió a las cumbres del Sinaí para entrevistarse con Dios y que Dios le dio 365 mandamientos negativos, “No harás”, tantos como días tiene el año solar, y 248 mandamientos positivos, “Harás”, tantos como generaciones desde Adán y Eva hasta aquel entonces. Total, 613 mandamientos. Demasiados. Por eso, en el siglo XI a.C., David, rey de Judá-Israel y profeta del Altísimo, redujo los seiscientos trece mandamientos a once. En el siglo VIII a.C., el profeta Isaías redujo los once a seis. Ese mismo siglo el profeta Miqueas los redujo a tres, de nuevo Isaías de tres a dos. Hasta que en el siglo VII a.C. el profeta Habacuc redujo los dos a uno. Este: “El santo vivirá por su fidelidad”. O sea, los profetas, buscaron lo esencial de la religión, de la moral y del culto, y dijeron que es el amor a Dios por un lado y a los hombres por otro.


 
 
Al fin llegó Jesús y dijo: amar a Dios es amar a los hombres y amar a los hombres es practicar con ellos el respeto, la verdad y la justicia.
 
 
 
Pero, ¿Qué es amar a Dios?
 
 
Amar a Dios significa darle todos los latidos de nuestro corazón desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, pues Él es nuestro Padre. Debemos amar a Dios porque Él nos amó primero, creándonos, redimiéndonos y nos está santificando a través de su Espíritu. Debemos amarlo con todo lo que somos y tenemos: mente, afectos, voluntad.
 
Debemos amarlo cumpliendo sus mandamientos y sobre todo, amando a nuestros hermanos, que también son hijos de Dios. Sólo así le manifestaremos nuestra gratitud y nuestro cariño de hijos, de creaturas amadas por Él.
 

                           Y, ¿quién es mi prójimo?
 
Mi prójimo es toda la gente del mundo. Mi prójimo es mi esposo, mi esposa, mis hijos, los suegros, los parientes, los amigos, los vecinos, mis compañeros de trabajo, mis empleados, mi jefe.



Mi prójimo es también, el que no me cae bien, el que me ha hecho alguna maldad, el que habla mal de mí.

Debemos amar al prójimo porque es nuestro hermano, creado por Dios, redimido por Cristo, santificado por el Espíritu. Debemos amar al prójimo siempre y en todo lugar, sin medida, a ejemplo de Cristo que nos amó y se entregó por todos nosotros. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. El texto del Padre Antonio Rivero para el XXXI Domingo Ordinario, en Zenit.org

 
 
Señor, dame una señal de que me quieres; hazme hacer la experiencia del amor filial para que mi corazón se dilate y yo corra, en vez de arrastrarme por la vida cumpliendo tus mandamientos….. Haz que te ame por encima de todas las cosas y que ame a todas las cosas en Ti; que no haya en mi corazón “otro dios salvo tú”, ningún ídolo o “dios extranjero”…Haz que te ame, Señor…. Y en Ti, por Ti y como Tú, ame también a mi hermano….”
 

DE CUCA RUIZ

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