La puerta del portal de Belén es estrecha,
pero
no estrecha porque exija una perfección moral que yo no tengo, no es estrecha
porque sea más dura y difícil de atravesar que otras puertas. Es cierto que hay
puertas grandes, inmensas, por las cuales puedo pasar sin esfuerzo, me llevan a
una vida feliz en apariencia, me prometen una alegría que parece eterna, pero
luego todo es pasajero, y tras la alegría de la satisfacción, llega el desánimo
y me asusto al ver que no se llena mi alma vacía.
La puerta de la herida de Jesús es estrecha, la puerta que conduce a
la vida verdadera es pequeña. Señor, es bonito en el inicio del año de la
misericordia entrar por la puerta, pasar dentro de tu costado abierto. Dentro
de tu portal en Belén, dentro del corazón de tu Madre. La puerta siempre es
estrecha pero siempre está abierta y dentro nos esperas, Jesús, déjame pasar.
Quiero pasar esa puerta que es la puerta del cielo, quiero acariciar la puerta
de la misericordia y entrar por ella. No soy digno, nunca lo seré, pero yo creo
en tu misericordia.
La
puerta de Belén es estrecha, hay que agacharse para entrar por ella, es
pequeña. Hay que hacerse muy niño para poder pasar, muy pobre. Pero quiero
sentir ese amor que me hace niño, pequeño y pobre y al ser pequeño,
milagro, puedo pasar por la puerta. Detrás de la puerta me espera esa
sonrisa que no se decepciona con mis errores y caídas.
Me
gustaría haber sido mejor, recomponerlo todo, borrarlo todo y volver a escribir
mi historia. Pero sólo puedo cargar con ello en el alma y tocar la puerta de
madera, la puerta santa. En mi dolor me
hago pequeño. Y entonces quepo y puedo pasar y tocar el perdón que no merezco.
Y tocar una misericordia que no me corresponde por derecho, porque es Don.
Niño y pequeño, parece fácil y no lo es. Me he vuelto adulto, demasiado grande para la puerta, me cuesta ser como los niños que se dejan guiar fácilmente y confían. Yo me he endurecido. Cuánto cuesta ser como un niño y confiar y callar y aceptarlo todo con alegría. Pequeño y poderoso ante la misericordia de Dios, pequeño para poder pasar con facilidad por la puerta estrecha. Mi alegría es inmensa al atravesar el umbral de su amor inmenso. Abrazo a Dios con mis brazos, es un abrazo que sueña con ser eterno. Quiero ser niño y deshacerme de mis agobios y deseos y poner a Jesús en el centro de mi vida y no buscarme a mí mismo. Quiero salir de mí mismo y renunciar a mi poder, a mi comodidad por acercarme a mis hermanos. Del texto del P. Carlos Padilla, 27/12/2015.
“Señor, hoy te pido que me hagas
pequeñita, niña, sencilla, humilde para que pueda pasar por la puerta santa del
Portal de Belén, para que pueda ahí de rodillas adorarte, tomar tus diminutos
pies entre mis manos, acariciarlos y llenarlos de besos…para poderme quedar
contigo y venerarte y llenarme de Ti…después volver a donde se encuentran mis
hermanos con mi boca llena de tus palabras de amor y decirlas por Ti…con mis
brazos llenos de tus abrazos y dárselos por Ti…con mis manos llenas de tus
caricias y consolarlos por Ti…”
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