Estamos preparándonos para la Navidad. Es una
locura, los regalos, las posadas, el brindis y la cena familiar de Navidad. Ya
cuando los hijos se casan, un año toca con una familia y el otro con la otra,
se vuelve un tema difícil y entran las susceptibilidades y problemas entre la
familia.
En una homilía a la que asistí, el sacerdote
leyó una carta de la Santísima Virgen María contando los festejos que veía en
los hogares, el árbol con sus esferas y adornos, los regalos y festejos que ni siquiera nombraban a su hijo
Jesús y que no nos damos ni un momento para pensar en Él, que dio su vida
porque nos ama y que nació en un pesebre enseñándonos lo poco que necesita para
estar cerca de nosotros.
El que al recibir a los pastores hizo cambios
sociales y religiosos para darnos su amor a todos.
El que vino a una familia, en la que se
sometió, convivió y amó.
El que año tras año se convierte en un niño
indefenso, confiando en sus padres y la misericordia de Dios, para recordarnos
su amor.
Y yo, que no merezco todo ese amor y me dejo
envolver por el activismo sin darle un momento en mi diario correr para darle
las gracias o acogerlo en mi corazón.
¿Te das cuenta de su amor y lo amas? Date un minuto.
María del Pilar
Barroso
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