Sonó
el teléfono y las dos amigas se reconocieron la voz con gran alegría, después
de intercambiar saludos empezó el interrogatorio de lo que habían hecho en las
vacaciones Navideñas.
Fíjate
que mi nieta Valentina, dijo una de ellas, es fabulosamente social, no le tiene
miedo a nada y tiene que ver con todo el mundo, ¡no sabes lo simpática e
inhibida que es,! como nos reunimos toda la familia a cenar para celebrar el
nacimiento de Dios, ella organizó los cánticos de villancicos para adorar al
niño y nos pasó a cada uno el niño del nacimiento para que lo besáramos y en
nuestro corazón le ofreciéramos algo que íbamos a hacer en su honor durante
todo el año, ¡es una niña de siete años! y así que nos trajo a todos durante
toda la noche con que no se nos olvidara la buena acción que íbamos a hacer
durante todo el año. Al despedirse nos recordó que no se nos olvidara el
“regalito” que le íbamos a dar al niño Dios en TODO y abrió sus brazos haciendo
la imagen de todo el año.
Que
fácil es para los niños demostrar su amor y ¡cuánto nos cuesta a nosotros
demostrarlo! ¡Eso de ser adultos nos inhibe bastante!
¡Volvamos
a ser niños ante nuestro creador!
Disfrutemos sin inhibiciones de la belleza de amar y de dejarnos amar.
Cuéntame…
¿Cómo te fue en la cena de Navidad?
Por Pilar Barroso
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