En esta visita del Papa Francisco a México, la Iglesia
vuelve a situarse en el centro de la atención de los medios de comunicación y
de las comunidades política, intelectual y cultural de México.
Pero ¿Conocemos
realmente lo que hace la Iglesia? ¿Qué esconde la Iglesia que casi nadie sabe
del actuar de sus miembros?
La imagen construida de una Iglesia enfrascada en sermones y
condenación de cualquier progreso de la ciencia por décadas ha concentrado la
atención del mundo entero en los aspectos doctrinales que son ¨políticamente
incorrectos” y que van contra los intereses comerciales y políticos de muchos
líderes y empresas, y han pasado por desapercibida la riqueza escondida de la
Iglesia. Nadie parece saber en dónde está, no porque la esconda, sino porque no
hay muchos interesados en que se conozca, y porque a ella no le interesa quien
lo sepa, sino Dios.
A la vez que la Iglesia no claudica en dar voz a los que no
la tienen, incluyendo a los más pequeños seres vivos y el planeta mismo,
también lucha por hacerles un lugar. Este es su secreto mejor guardado, su
riqueza escondida. En palabras del Papa Francisco, imitando al que fuera su
inspiración:
“San Francisco de Asís manifestó una atención particular hacia la
creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su
alegría, su entrega generosa, su corazón universal... En él se advierte hasta
qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con
los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.” (1)
Así es, la riqueza escondida de la Iglesia reside en la
incalculable multitud de sus miembros que se dedican, en forma subsidiaria y
con una dedicación jamás vista en ninguna otra organización, a atender a los
más pequeños, olvidados y menospreciados por este mundo que se las da de
“incluyente”. Además del apoyo material que consigue, la mayoría de las veces
insuficiente, para brindar esta atención voluntaria.
Para muestra, un botón: la Iglesia Católica atiende al 25%
de los enfermos de SIDA del mundo. Cifra que aumenta al 50% en África y en
algunos lugares remotos al 100% de los afectados por este flagelo. (2)
Y aquí unos datos que brindan luz a una realidad medio
escondida de la actividad que esta institución hace, y que a pesar de los
ataques que recibe por problemas que se han dado en algunos de sus miembros, no suspende alrededor de
todo el mundo:
Además de brindar ayuda frecuente a Latinoamérica (en
dólares): Argentina 215.000, Bolivia 20.161.000, Brasil 36.260.500, Chile
863.500, Colombia 39.342.500, Costa Rica 648.000, Cuba 427.400, Ecuador
17.149.000, El Salvador 644.500, Guatemala 972.000, Haití 13.116.000, Honduras
214.000, México 970.600, Nicaragua 867.000, Panamá 326.500, Paraguay 640.500,
Perú 34.291.200, República Dominicana 538.300, Venezuela 433.500 (4)
Y ¿Cómo es posible lograr la entrega de tantos a estas
labores, generalmente desagradables, demandantes y desproporcionadas a las
fuerzas personales? Ningún sistema sanitario en el mundo logra la atención
integral de esta institución, que no abandona la parte personal por atender la
material.
Por amor. Esa fuerza que la Iglesia insiste como motor para
cambiar al mundo, porque mueve primero los corazones.
Sólo el amor está dispuesto a dar la vida por los demás, a
ejemplo de Jesús. Si esto ha logrado un puñado de comprometidos católicos y
cristianos, ¿Cómo sería el mundo si dejáramos que el amor de Dios moviera los
corazones de tantos hombres y mujeres que extendieran su mano al necesitado?
En palabras de la madre Tersa de Calcuta, líder que
cuestionó a este mundo egoísta, y que nos revela el secreto de la eficacia de
este ejercito de voluntarios que atienden al mundo sufriente:
“Sin oración, la atención a los desheredados quizá se pueda aguantar
unos días, unas semanas, pero no de forma permanente entregando la propia
vida”. (5)
(1)
http://www.infovaticana.com/2015/06/18/laudato-sii-en-espanol
(4)
http://lasverdadesreveladasenlabiblia.blogspot.mx/2011/06/la-accion-social-de-la-iglesia-en-el.html
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