En esta, su primera visita a México, el Papa Francisco ha
querido venir como peregrino a nuestra tierra para compartir nuestra amor a la
Guadalupana y hacernos llegar su esperanza en lo que la Misericordia de Dios
puede traer a nuestro corazones y a nuestro pueblo: Paz. Esa paz que nuestra
Patria desde hace tanto necesita.
Como lo ha mencionado él en su documento sobre el Año de la
Misericordia, los beneficios del perdón llegan muy lejos hasta curar heridas
producidas por ofensas y daños. No solo al interior del perpetrador sino
también del ofendido:
“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la
misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para
nuestra salvación.” (1)
Para muchos escépticos esto puede sonar a pura palabrería y
sueños idealistas, pero la dinámica del perdonar y ser perdonado tiene un fondo
psicológico y una riqueza emocional que
no se aprovechan debidamente y que la fe Católica siempre ha inculcado, a
ejemplo de Jesucristo.
Así lo han comprobado varios estudios de comportamiento y
psicología social reunidos por el profesor de psicología Everett Worthington de la Universidad de Virginia Commonwealth e
investigador sobre la psicología del perdón por varios años.
Estos estudios encontraron que, además de que la secuencia
de perdonar produce un aumento casi inmediato en la salud mental, las personas
que son más indulgentes son más sanas físicamente que aquellas que no lo son.
En el 2005, se publicó en el “Journal of Behavioral Medicine” que las personas
indulgentes tenían mejores signos vitales, calidad del sueño, además de menor número de medicinas usadas, fatiga
y achaques. (2)
Inclusive, en el del 2011 encontró que las víctimas de la
ofensa eran las principales beneficiadas al ofrecer ó dar el perdón, porque
bajaba su presión arterial. El que recibía el perdón también experimentaba
parte del mismo efecto. (3)
Sin perdón y guardando el dolor de la ofensa en forma de
rencor, el cuerpo se inunda con altos niveles de cortisol, la hormona del
stress. Cuando estos niveles se mantienen por largos períodos de tiempo, pueden
causar la reducción del cerebro, el deseo sexual, y trastornos en el sistema
digestivo.
A largo plazo, los efectos de no perdonar se alargan hasta afectar la percepción y actitud ante la realidad. Se encontró que las personas indulgentes y las no indulgentes ven una misma colina de modos distintos: Los indulgentes la veían menos empinada que sus compañeros. (4)
El proceso de perdonar no es fácil, lleva tiempo esfuerzo y
a veces requiere de ayuda para lograrlo. Pero viendo los beneficios que trae
física y emocionalmente y los efectos de no concederlo, nos damos cuenta por
qué Jesús, y ahora el Papa Francisco, insisten tanto en ello.
Unámonos al sentir del Vicario de Cristo en la importancia
de construir en nuestra patria una cultura de misericordia y perdón y seamos
eco del mensaje que en estos días quiere sembrar en nuestras almas.
Por Ana Elena Barroso
@mujer_catolica
(3)
IDEM
(4)
IDEM
Comentarios
Publicar un comentario