LA MUJER EN LA EXHORTACIÓN "AMORIS LAETITIA": EL AMOR AL ESTILO DE LA MUJER



 

La última Exhortación Apostólica del Papa Francisco, que fue el resultado de un trabajo colegiado de los últimos dos años, reúne muchos de los temas que son especialmente importantes para las mujeres dentro y fuera de la Iglesia. Aporta una perspectiva novedosa, cercana y realista de la realidad que ellas viven. En un estilo casi parroquial, el Papa confiere a la parte humana y particular de cada vida un lugar muy importante y propone un modo igual de cercano e incluyente para mejorar la situación de las familias, y por ende, de las mujeres.

Las situaciones familiares realista que trata y deshebra dejan ver la complejidad de las dinámicas familiares: violencia, madres solteras, inequidades, madres trabajadoras, abuso, viudas,  mujeres separadas, abandono, mujeres divorciadas y vueltas a casar. Además trata temas esenciales para las mujeres: educación de los hijos, preparación como pareja en el noviazgo y en las diferentes etapas de la vida, educación sexual, homosexualidad. Todos éstos, sin un seguimiento adecuado, tienen efectos erosivos como lo han experimentado las mujeres de nuestra época.
 
 

  “La humildad del realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificialmente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales”. (1)

 

En sus líneas, reconoce la relevancia de la labor de la mujer en la construcción de las comunidades, y de la Iglesia, y también reconoce la labor de muchos grupos por la dignidad de la mujer (2). Pero previene sobre la “obligación de ser igual” al hombre (3) y de la  carga  solitaria de la fecundidad responsable que las ideologías extremistas de “género” le han impuesto, insistiendo en la importancia de  la responsabilidad compartida y respetuosa con el hombre. Además revalora las aptitudes y necesidades femeninas especiales y su centralidad en el desarrollo de la familia y cada uno de sus miembros.

 

“La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad. Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos.”(4)

 

Para afrontar los efectos de las diferentes problemáticas familiares que afectan a la mujer de alguna forma, el Papa propone recuperar los valores cristianos e insiste en hacerlo con un mismo espíritu de inclusión, integración, acogida y acompañamiento que caracteriza a las enseñanzas de la fe católica. Y para lograrlo, rescata la “Ley de la gradualidad” que busca el mayor grado de incorporación a la vida de gracia cercana a Dios de las familias que, por las circunstancias, se encuentran alejadas de ella:

 

“En esta línea, san Juan Pablo II proponía la llamada « ley de gradualidad » con la conciencia de que el ser humano « conoce, ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimiento ». No es una « gradualidad de la ley », sino una gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley.”(5)

 

Esta gradualidad se refiere a la forma de incluir a todas las familias, en diferentes formas de participación, según la posibilidad y situación de cada una, dentro de las parroquias, comunidades. Los rasgos más importantes de su efectividad son: la cercanía, acompañamiento constante, preparación de clérigos, laicos, miembros de las comunidades y familias para enfrentar los diferentes escenarios que se dan en la evolución de la vida familiar.
 

El deseo de la Iglesia y el Papa expresado en este documento parece unirse al de la mayoría de las mujeres del mundo: unidad y paz para sus familias. Y no solo eso, sino también parecen coincidir en el modo de hacerlo, igual que una madre: abrazar, guiar y acompañar a cada uno de acuerdo a sus propias necesidades.                                                                                                                                                                                                                                                                        

 

“Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia « inmerecida, incondicional y gratuita.” (6)

 

Por: Ana Elena Barroso        @mujer_catolica

 


(2)    http://m.vatican.va/content/francescomobile/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html (N 139)

(3)    http://m.vatican.va/content/francescomobile/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html (N 54)

(4)    IDEM

(5)    http://m.vatican.va/content/francescomobile/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html (N 295)

(6)    http://m.vatican.va/content/francescomobile/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html (N 297)

 

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