Muy presente en el discurso del feminismo moderno que pretende
lograr la equidad de género se encuentran el patriarcado y el machismo como
fuentes centrales de discriminación y
violencia hacia la mujer .Muchas mujeres (y también hombres) sufren los efectos
de estas actitudes deformadas que están muy enraizadas en varias culturas, sobre
todo latinas. Pero ambas realidades han sido erróneamente contextualizadas por
muchos años. El patriarcado no es una herencia religiosa, como se le cataloga,
y el machismo no se centra solo en el dominio sobre la mujer y no solo lo
ejercen los hombres.
El patriarcado es una resabia de épocas prehistóricas y no
tiene su origen en el establecimiento de la “estructura patriarcal” de la Iglesia Católica. La antropóloga
francesa Françoise Héritier, sitúa su aparición en el paleolítico superior,
entre hace 200.000 y 50.000 años. (1). A esta tipo de organización humana
basada en la ley del más fuerte, la fe católica ha respondido siempre con el
fomento del nivel espiritual en las relaciones humanas que procura la
consideración al más débil y vulnerable.
Por otro lado, el machismo, que no gira exclusivamente
alrededor del dominio de la mujer (como comúnmente se cree), es un método
deficiente y alterado de autoafirmación masculina ante los demás hombres que
tiene diversas dinámicas además de la consideración de la mujer y de todo lo
femenino como inferior o débil. Se refiere mucho más al establecimiento de
jerarquía y relaciones de poder entre los hombres. Esto se realiza a través de
la bebida, el juego, toma de riesgos, afirmación de opiniones, verborrea de
doble sentido y peleas. Inclusive la conquista de una mujer tiene dos auditorios
objetivo: otros hombres a los que hay que probar la virilidad propia y ellos
mismos que tienen que asegurar su masculinidad. A nivel psicológico se ha
asociado con la bajo autoestima o con una
relación lejana con el padre que busca compensarse con una exageración de la masculinidad.
(2)
Este complejo entretejido de métodos está muy enraizado en
todos los ambientes humanos: familia, escuela, trabajo, parroquias, centros de espiritualidad
y hasta en la ciencia. Esto se puede ver en las expresiones misóginas, características
de una actitud machista, que han usado personajes de todas las ramas del
pensamiento humano a lo largo de la historia: Hesíodo, poeta griego, siglo VII
a C., Pitágoras de Samos, filósofo y matemático griego, siglo VI a C., Flavio
Josefo, historiador judío, siglo I,
Sidhartha Gautama, fundador del budismo, siglo VI a C., El Corán, libro
sagrado de los musulmanes, escrito por Mahoma en el siglo VI, entre otros.( 3)
Pero no solo los hombres las usan. Hoy por hoy, las que más
utilizan el lenguaje discriminatorio contra las mujeres en redes sociales son
las mismas mujeres (4) y muchas inclusive solapan el machismo al sucumbir a la masculinización
general de la civilización(5) y la medición del éxito y triunfo con parámetros
puramente masculinos.
Ante estos dos lastres de la evolución humana y de las relaciones
interpersonales mal resueltas, la fe católica ha tenido una postura y enseñanza,
muchas veces desconocida y desacreditada, de total condena, desaprobación. Y ha
optado por contrarrestarla con la prevención en diferentes maneras.
A través del tiempo, ésta ha cultivado el aprecio y cuidado
hacia la mujer, promoviendo la entrega y fidelidad mutua entre hombre y mujer
en el matrimonio y la familia. Al revelarse Dios mismo con metáforas femeninas
en las Sagradas Escrituras, base de esta fe, da a la parte femenina de la
humanidad un valor muy grande. La misma espiritualidad católica establece la
supremacía de la santidad y la pequeñez como parámetros de importancia,
contrapuesta con la jerarquía de poder humana y asigna la cumbre de la mayor
perfección a la que ha llegado el género humano a una mujer y no es un
sacerdote: la Virgen María. (6)
Jesús mismo fue el gran revolucionario de la dignidad de la
mujer en una sociedad que la despreciaba.
En sus principios resumidos en El catecismo, la Iglesia
establece claramente la enseñanza al respecto, en varias líneas que tratan
sobre la creación del hombre y la mujer a semejanza de Dios. (7)
Además, la influencia de la cultura cristiana en varios
países ha demostrado el efecto mitigante y positivo de su enseñanza y tradición
a través del tiempo en un menor nivel de violencia sexual que reportan los
países europeos de traición cristiana hoy en día.(8)
Fiel a sus principios, la Iglesia hoy continúa siendo de los principales agentes de denuncia de las nuevas formas de machismo en la #cultura moderna donde las grandes mafias y entes comerciales, secundados por un feminismo que promueve algunas prácticas como liberadoras, se benefician del sometimiento de la mujer a disposición del hombre, y de la comercialización de la mujer misma.
Entre ellas :la trata de personas, el matrimonio de menores, la poligamia, la prostitución, la reducción de edad para el consentimiento sexual, la pornografía, el comercio sexual, el individualismo que enfrenta y divide a la mujer contra el hombre, la anticoncepción y el aborto que abandona la responsabilidad de la fertilidad y de la familia dejándola exclusivamente sobre la mujer, el divorcio y la unión libre que la han llevado a una mayor pobreza en el abandono y la explotación de la mujer con políticas laborales que no defienden sus necesidades especiales ni pago justo, entre otras.
Por Ana Elena Barroso
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