Este próximo 20 de Noviembre, concluye el Año Santo de la
Misericordia, en el que el Papa Francisco nos regaló eso: un año santo, un año
jubilar.
¿Qué quiere decir? En pocas palabras, ha sido un año para
recuperar la amistad con Dios si es que la hubiéramos perdido, es un año en el
que se nos invita a acercarnos a la Misericordia de Dios, a vivir en gracia de
Dios, a pedirle perdón por todas nuestras faltas y tener la seguridad de que Él
nos perdona todo, los pecados y el daño que estos hayan ocasionado en nuestras
almas.
Al ganar la Indulgencia plenaria, quedamos como recién bautizados,
rechinando de limpios, en gracia.
A muchos la palabra indulgencia les da urticaria, les recuerda a
Martin Lutero y el tráfico de indulgencias de aquel entonces, que desde luego,
según nos dice la historia, era un abuso y una distorsión de lo que en realidad
la Iglesia quiere que se entienda y viva como indulgencia.
O sea, no se trata de traer del pasado un cuento de hadas en el
que te prometen el sol y las estrellas, para tenerte amarradito. No se trata de lucrar económicamente con las
indulgencias. Eso es un abuso y está muy
mal.
¿Por qué no tratamos de entender lo que significa indulgencia en
este año de la Misericordia?
Oímos frases como “hay que ser indulgentes”, o “el juez de plaza
indultó al toro”.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo define
así:
Indulgencia. (Del latín indulgentia)
Facilidad en perdonar o disimular las
culpas o en conceder gracias. 2. Remisión que hace la Iglesia de las penas
debidas por los pecados. Parcial aquella por la cual se perdona parte de la
pena. Plenaria. Aquella por
la cual se perdona toda la pena.
Qué gran oportunidad nos da este Años Santo: Si nos arrepentimos,
si pedimos perdón de corazón, sinos echamos en los brazos del Padre, Él nos
perdona todo. Sí, todo. ¿No les ha pasado que de pronto nos da por
recordar cosas malas que hicimos,
¡cuántas! y nos duelen y quisiéramos que nunca las hubiéramos hecho?
Bueno, pues esta es nuestra oportunidad, si nos arrepentimos y
pedimos perdón de corazón, Dios hace de cuenta que nunca le hemos ofendido, nos
dice con una gran sonrisa: Hijito, borrón y cuenta nueva. Ya se me olvidaron tus pecados, ven y empecemos de nuevo.
¿Por qué hay que atravesar una puerta “santa”? y ¿Por qué me tengo
que confesar y rezar por las intenciones del Papa un Padre Nuestro, un Ave María
y un Credo? Y ¿Por qué tengo que comulgar?
Porque Dios quiere ver que nosotros estamos dispuestos a hacer
esto que es tan sencillo, como signo de humildad, de que de verdad estamos
arrepentidos y ante semejante regalo, ante semejante promesa del perdón total,
¿cómo vamos aponer peros?, ¿cómo es que no queramos ofrecer esto que se nos
pide?
No dejemos que se meta la soberbia, no dejemos que se nos meta la
incredulidad, no dejemos que se nos robe este gran don que Dios nos da con el
mayor cariño.
Si quiero ganar en una rifa por lo menos tengo que comprar el boleto. Si quiero viajar por el mundo tengo que sacar
mi pasaporte y la visa, comprar el
billete de avión y desmañanarme y hacer cola en el aeropuerto y sentarme
amarrada en el sillón del avión y cumplir con las normas de aduana, etc. y todo
para conocer lugares nuevos o para vacacionar y descansar.
O sea y para prepararme al gran viaje de mi vida, el último ,
pongo reparos y me vuelvo melindroso: ¿indulgencia? Ni que estuviéramos en
tiempos de Lutero, ya parece, cuentos chinos.
¿Atravesar una puertita?, ni que fuéramos niños, además no tengo tiempo.
¿Rezar? Qué pereza, etc. etc.
Y así podemos desperdiciar y tirar por la borda un gran regalo que
nos estaban tratando de hacer llegar.
Es como si llegara el camión de un gran almacén a mi casa y en la
puerta me anunciaran que traían regalos para mi y yo ni siquiera les abriera la
puerta. Ni siquiera me entero de lo que me perdí.
Por eso les pido: hagámonos niños otra vez, seamos sencillos. Creamos en este Perdón que el Padre nos
quiere regalar. Confiemos en la Iglesia
que nos lo propone, que es nuestra Madre y Maestra, que quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dejemos atrás nuestros líos mentales y
recovecos intelectuales y por lo que más queramos, aprovechemos este gran Don.
Imaginemos por un momento ¿cuántos años me quedan de vida?, y otra
vez: ¿cuántas cosas malas hay en ella que quisiera nunca haber hecho? Y
pensemos: Hoy, Dios me invita a recomenzar con Él. Hoy, Él quiere darme su
perdón total….total, sí, TOTAL.
¿Qué tengo yo que mi
amistad procuras?, ¿qué interés te mueve, Jesús mío, que a mi puerta cubierto
de rocío pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, Cuánto fueron mis
entrañas duras, pues no te abrí!.... (soneto de
Lope de Vega)
Por qué confesarme y comulgar? Pues porque es el medio que tengo
de decirle a Dios: estoy arrepentido (confesión) y quiero vivir contigo esta
nueva vida que me regalas, quiero descubrir tu amistad y tu amor (comunión).
Que no nos suceda lo que al final del soneto de Lope:
¿Qué extraño desvarío, si
de mi ingratitud el hielo frío, secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas
veces el ángel me decía: Alma, asómate a la ventana, verás con cuánto amor
llamar porfía, y cuántas Hermosura Soberana, mañana le abriremos respondía, para
lo mesmo responder mañana!
Los invito a cruzar la Puerta Santa y ganar la Indulgencia
Plenaria del Año Santo de la Misericordia.
Hay Puerta Santa en la Basílica de Guadalupe, en la Catedral de la
Ciudad donde vives.
Por:Marilupe F.C. de Represas
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