Desde hace décadas el tema del aborto ha ocupado un lugar
central en la agenda feminista y las políticas demográficas de los organismos
internacionales como un derecho reproductivo de la mujer, pero si se analiza la
naturaleza del problema se nota que se ha dejado fuera un elemento central de
la ecuación de este tema tan controversial.
Este elemento es el aportador del esperma que contribuyó al
embarazo no deseado o, en palabras anticuadas, el padre del niño. Ese ser
totalmente borrado del horizonte dentro de una escena de toma de decisiones que,
hoy por hoy, está marcado por la soledad, desesperación y la desesperanza para
la mujer.
En la gran mayoría de los marcos legales de los países del
mundo no se toman en cuenta los derechos del padre del bebe que será abortado.
En Estados Unidos, desde la legalización
del aborto, la mayoría de las decisiones judiciales en casos sobre amparo de
padres que quieren vetar el aborto de sus hijos o ser avisados de que se
llevara a cabo, han sido declaradas inconstitucionales.(1)
Y ¿Dónde están todos esos hombres?
¿Dónde están los padres de todos esos niños abortados?¿
Han sido víctimas de la imperante cultura del desecho?
O ¿Son aliados culposos de la masacre de tantas mujeres y hombres que
no llegan a ver la luz del día por haber sido equivocadamente colocados para
poder crecer en el vientre de una mujer en un momento inadecuado?
Al parecer la voz de los hombres al respecto ha sido
ocasional y casi inexistente. En las pocas organizaciones de hombres padres de
familia que existen en Estados Unidos y que defienden una gran variedad de sus derechos
laborales y sociales, el tener los instrumentos legales para defender a su hijo
concebido no es de gran relevancia. Inclusive entre los “derechos reproductivos”
(sí, también ellos tienen derechos reproductivos) por los que luchan se
encuentra el del “aborto financiero” y la declinación de todos los derechos y
deberes paternales ante un embarazo no planeado.
El fundamento de estos “derechos”, que hasta ahora no han
progresado ante el sistema legal americano, es el de tener la misma capacidad
que las mujeres han alcanzado de “liberarse” de un embarazo no planeado, de su
carga económica y de la responsabilidad que éste acarrea. (2)
En España, el Tribunal Constitucional estableció que el derecho a la maternidad es
de la mujer. En cambio en México, aunque poco se ha dicho al respecto, el
subprocurador Juan de Dios Castro Lozano, subprocurador de Derechos Humanos,
Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad de la Procuraduría General de la
República (PGR) lo mencionó en el 2011,en una conferencia que sostuvo, diciendo
que:
“El artículo cuarto, fracción segunda, de la Carta Magna, establece que
toda persona tiene derecho a decidir de manera libre e informada sobre el
número y esparcimiento de sus hijos y que este mandato constitucional no
distingue entre hombre y mujer, sino que habla de persona humana. Así,
manifestó, si un hombre embaraza a una mujer y ella quiere abortar sin su
consentimiento, él puede promover un amparo ante un juez federal por considerar
que se violentan sus derechos garantizados por el artículo cuarto
constitucional, es decir, el derecho a la paternidad.”
Y dijo ignorar si algún hombre ha interpuesto un recurso por
violación a su derecho a la paternidad.(3)
Todo esto nos lleva a profundizar en las raíces de estas
actitudes que adoptan padres y madres ante un evento disruptivo en sus vidas, independientemente
de la complejidad de los múltiples casos específicos que se pueden dar de quien de los padres pide el aborto y quien
no lo quiere.
La libertad que se exige con el aborto pretende liberar a
las personas de las consecuencias de sus propios actos, lo cual es realmente
difícil sin afectar las vidas de otros. El
bebé que crece en el vientre materno no se encuentra ahí por propia
decisión, sino por un acto propio del padre y de la madre.
Por otro lado, la responsabilidad de la sexualidad y la
fertilidad recae todavía sobre la mujer en una cultura donde la anticoncepción
es solo tema de mujeres y ginecólogos y el embarazo es considerado hoy un “estado de
la mujer”.
Mientras no se transite a un concepto de “embarazo” como lo
que es biológicamente: un “estado de pareja” con una “fertilidad de pareja”, la
presencia del hombre seguirá siendo desdibujada.
También el aborto seguirá siendo una “necesidad” en una
civilización donde no se hace responsable a ambos padres del hijo concebido y
donde, en vez de entregar el niño al padre
cuando la madre no se puede hacer cargo de él, se arrincona a la madre a
cargar con la responsabilidad de ambos y se le deja sin salida, o se niega al
padre la posibilidad de salvarle la vida.
Por Ana Elena Barroso
@mujer_catolica
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