La promoción de los derechos humanos ha sido, desde el
siglo pasado, uno de los grandes labores de los grandes organismos
internacionales y de muchos gobiernos alrededor del mundo. Su importancia es
central para construir una cultura de paz y progreso. Pero la realidad de los
informes sobre su implementación y seguimiento son desalentadores: estos
derechos se transgreden continuamente alrededor del mundo.(1)
Pero ¿Por qué? ¿Cuáles son las razones de fondo que minan
el respeto a lo más elemental del ser humano? La respuesta está más cerca de lo
que pensamos y, además, la solución germina dentro de cada uno de nosotros.
En este sentido el escritor Eduardo Carrasco nos presenta
una guía al cuestionamiento escribiendo en un artículo:
“Pero
los derechos existen únicamente en la medida en que sean reconocidos por
quienes deben respetarlos. Por lo tanto, nuestros derechos dependen de que los
demás los reconozcan… Lo único que nos cabe a nosotros en cuanto a ellos, es
respetar los de los demás. Ese es el primer paso para que se respeten los
nuestros.” (2)
Entonces a la declaración de los
derechos humanos le falta un contrapeso evidente que se puede intuir: “Ante todo derecho existe un
deber” y que parece no existir. Ante los derechos humanos deberían existir los
deberes humanos.
Pues sí existen pero se les ha
dejado en el olvido. Nadie los menciona, nadie los trata, nadie los incorpora a
los documentos internacionales vinculantes, y ni siquiera aparecen en una búsqueda
en el internet.
Así como lo menciona el Lic. Gabriel
Quadri en su artículo para El Economista sobre la elaboración de la Constitución
del nuevo Estado de la Ciudad de México y que, de acuerdo a su reflexión, se
está convirtiendo en una “feria de derechos” sin aclarar cómo garantizarlos ni
cómo financiarlos:
“Es
preciso impedirlo, e introducir en el texto constitucional, como balance
esencial y contraparte a la feria de derechos, Deberes Humanos como principio
constitutivo de ciudadanía y de convivencia colectiva. Los Deberes Humanos son
condición indispensable para el ejercicio eficaz de libertades positivas y
negativas (recordemos a Isaiah Berlin), y para la observancia de los derechos humanos.” (3)
Los “Deberes Humanos” tan
necesarios para garantizar los “Derechos Humanos” se establecieron como La
Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos (o DRDH), en el marco de la
UNESCO y con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos en 1998 para conmemorar el 50
aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (4) y
cubren deberes ciudadanos en áreas como: vida, integridad física, igualdad, seguridad,
asociación, expresión y religión entre otros. Además establece estos deberes
como obligación ética, moral y responsabilidad legal no solo para las entidades
de gobierno, como hoy en día se atribuye exclusivamente, sino para las comunidades
e individuos.
Lo que nos lleva a la labor de
fondo que no se ha realizado y que la fe católica, por la enseñanza de Jesús, y otras denominaciones han insistido
e inculcado a través del tiempo:
Para aceptar estas
obligaciones y respetar los derechos del otro tenemos que concebirnos iguales
en dignidad, viendo más allá de nuestras diferencias y diversidades accidentales
y reconocer nuestras propias limitaciones y deficiencias con humildad.
Y sin necesidad de estar de
acuerdo con principios religiosos, para ello, debemos de reconocer el misterio
que hay en el hombre para respetar lo más esencial de cada persona, como dice
el Sr. Eduardo Carrasco:
“Si todos los seres humanos fueran capaces
de reconocer la indigencia de fondo que hay en toda vida humana…
“El que asume el misterio de la existencia
humana en todo su insondable alcance no podría jamás tratar a otro hombre como
un medio, ni manipular su cuerpo, ni intentar forzar su conciencia, porque
tendría que reconocer que en verdad no sabe lo que está haciendo.” (5)
Por Ana Elena Barroso °mujer_catolica
Comentarios
Publicar un comentario