Nunca como ahora en la historia de la humanidad se ha
hablado tanto de los derechos humanos, de las igualdades, de las oportunidades,
de las discriminaciones y los acosos, de la sexualidad, de las diferencias, de
la realización personal, del ser uno mismo, de proyectarse en la sociedad, de
la libertad, la autonomía, los códigos de conducta, de palancas de cambio, de
nuevos paradigmas. Son temas que a mi parecer no se basan tanto en la verdad
como en la sensibilidad y que además no descubren algo nuevo bajo el sol.
Vivir en esta etapa de la historia del hombre,
habiendo nacido mujer, me ha dado la oportunidad por el estudio, el trato
cotidiano con muchísimas personas y mi experiencia personal, de tener una
visión que comparto con miles de mujeres.
La vida me ha llevado a comprobar que la mujer es tan
digna como cualquier hombre, y que esa dignidad, que le viene por el hecho de
ser persona nadie se la puede quitar si ella no la entrega, exactamente igual
que el hombre. También he comprobado que
a nadie se le darán oportunidades de formación, trabajo, realización y
desarrollo, seas hombre o mujer, sin el esfuerzo e interés personal.
Como tantas y tantas mujeres, he comprendido que mi
identidad es totalmente femenina y que solo siendo yo misma, y afirmando mis
valores femeninos, puedo realizarme. He
constatado que no tengo por qué competir con el hombre, porque solo avanzando
juntos, siendo complementarios, construiremos una mejor familia, una mejor
sociedad. Por eso es necesario que el hombre y la mujer aporten al mundo lo
mejor de sí mismos, porque la realización de ambos viene de llevar la
naturaleza a plenitud.
He tenido, como tantas mujeres, que confrontarme a mi
misma para conocerme en profundidad, sin distorsiones; y esto duele, porque he
descubierto que yo soy mi principal limitante y que cuando no me siento feliz
es porque recorro el camino equivocado y me falta convicción.
Entendí, igual que miles, que la donación de mi misma
por la entrega de todo mi ser a mis hijos, a mi familia, aunque a ratos resulte agotador, es lo que me
ha dado seguridad personal, sentido de la vida y la oportunidad de abrirme a la
sociedad por mi trabajo en el servicio, pues la sociedad cuenta con la mujer
para su desarrollo, humanizando todos los ámbitos de la vida.
Todo lo anterior me ha llevado a asumir el papel de
constructora, junto con todas las personas que pensamos en transmitir valores
humanos, de una sociedad en la que los seres humanos serán personas íntegras,
no manipulables, capaces de afrontar los retos del futuro, aunque suene a
utopía.
Soy consciente de mi libertad, que no margina mi
opción por la verdad, y sé que mi autonomía me lleva a asumir compromisos y
responsabilidades, por lo que puedo ser protagonista de mi propio destino, a
pesar de todas las dificultades.
Me da una inmensa alegría saberme sujeto de amor, y
por último desde lo más profundo de mi ser mujer, me uno a la voz de aquel
poeta que cantaba “que suerte he tenido de nacer”, porque me gustan los retos y
creo en lo que soy: junto con miles, y no es por presumir, reconozco y comparto
el valor de ser mujer.
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