Rápidamente, con la
aceleración habitual con que corren los días de un tiempo a esta parte, nos
encontramos con la fiesta del “amor y la amistad”, señalada por el comercio
prontamente para que no se nos olvide, con cintas y corazones rojos.
El día 14, hay festejos para
los enamorados y las buenas amistades.
Es bonito, porque esos
sentimientos, enriquecen nuestra vida cuando son sinceros y de buena ley.
Dicen, y estoy de acuerdo,
que la amistad es un gran tesoro para el ser humano que haya podido encontrar
en su vida una persona confiable y honesta con la que pueda compartir dolores y
alegrías.
El amor no se concreta a un sentimiento, lleva implícita una
específica actuación : Buscar el mayor bien para la persona amada.
Es diferente el amar y el querer. El que quiere está buscando, quizá sin saberlo, su propia satisfacción. El que ama lo da todo sin esperar recompensa, es por eso que uno de los amores más bellos y perfectos es el de los padres buenos, no hay sacrificio que los detenga para dar amor y bienestar a los hijos, quizá sea ese amor el que más se asemeja al de nuestro Padre Dios por sus criaturas.
Ese amor en el matrimonio
donde se ama procurando cada uno el bien y la felicidad del otro, ese, es el
verdadero amor.
Hay otros amores pero son
caricaturas, falsas copias, mero interés material o sexual… por eso hay tanto
fracaso en las relaciones que simplemente
se “etiquetan” con el nombre de amor sin serlo, donde cada quién está
buscando su propio interés y conveniencia.
“ Los suspiros son aire y van
al aire,
las lágrimas son agua y van al mar,
dime mujer, cuándo el amor se
olvida,
¿sabes tu a dónde va? “
Asi pregunta Gustavo Adolfo Bécquer en su romántico verso y no lo sabemos… pero si, cuándo el amor se olvida en cualquiera de las escalas : novios, esposos, padres, hijos o amigos, duele, y duele mucho.
Hay muchas variantes del amor en el corazón humano, lo importante es que esos amores sean donantes a la dicha del ser que amamos
Hoy los hombres y mujeres
tenemos que rescatar desde el fondo de nuestro corazón, el amor a Dios y a
nuestros semejantes. Nuestro mundo lo necesita desesperadamente.
Por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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