Con
el Evangelio de San Juan 13,1-15
quedamos introducidos en la parte central de los acontecimientos más relevantes
de nuestra fe. Ya estamos de lleno en ellos. LA ÚLTIMA CENA.
Jesús
quiere despedirse de sus seguidores, de sus compañeros, de sus
amigos .
Otra vez su gran humildad. Su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los
pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas, la quietud en la tormenta. . . que le habían visto dar la luz
a los ojos de los ciegos. . . hacer
andar a los paralíticos.... sanar a los leprosos. . . resucitar a los muertos, que lo habían visto
radiante como el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor
inconmensurable, con una humildad sin límites les está lavando los pies.
Pedro
está asustado, no acierta a comprender. .. pero ante las palabras de Jesús y
con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús
va más allá.... está pensando en la
humanidad y en esta humanidad estoy yo y falta poco para que no seamos lavados
con agua, sino con su sangre que nos limpia y nos redime.
Jesús,
entre los doce están los pies de aquel que te va a traicionar. . .Y creo que
tus manos tuvieron que temblar al lavar los pies de Judas. . . Acariciaste
aquellos pies con amor y con tristeza y nos mandaste hacer eso mismo con
nuestros semejantes. . . sin distinciones de este por que me cae bien o de este
no, por que me cae mal. ¡Qué yo no olvide tu ejemplo y tu mandato, Señor!. Que a
todos los que me rodean en mi cotidiano vivir yo los acepte como son y tenga
ante ellos esa postura de amor y de humildad que tú nos pides.
Y
nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de
este acto. Ya antes de morir te estás anonadando ante los hombres. . . y
después otra locura de ese amor que te abrasa el alma, que quema tu corazón y
por ello no quisiste dejarnos solos y poco después, haces del pan tu Cuerpo y
del vino tu Sangre y te quedas para ser nuestro alimento.
Y
ahora, presente en esa Hostia donde los
ojos del que "se hizo hombre y habitó entre nosotros" nos miran con su infinito amor le podemos
decir eso que siempre espera. . .
"Jesús,
enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro
de mis semejantes, enséñame, Jesús, a ser buena, a ser bueno, a que tú seas el Eje de mi vida, esa vida que
hoy pongo en tus manos. Señor, tenme muy cerca de tu corazón y enséñame a
acompañarte a Tí y a tu Santísima Madre con mi oración en todos los amargos
tormentos de la ya muy cercana muerte de cruz .Amén”.
Por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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