La Madre
de Dios llora y sufre la angustia de ver
morir a su Hijo como la haría cualquier madre.
Lo ha
visto coronado de espinas, clavadas en su
cabeza y en su frente, dejando su pelo y rostro manchado de una sangre que se coagula y
reseca sobre la piel, su espalda que esta desgarrada y abierta por los azotes
que le han dado y que cubrieron después, con una túnica púrpura para burlarse
de El, dándole bofetadas y escupiéndole...
Sabe que
su amadísimo Hijo es humillado y escarnecido y por todo esto...tiene roto el
corazón.
Después lo
ha visto caminar y caer...bajo el peso del madero que lleva sobre sus
maltratados hombros y ha visto como le clavan sus amados pies y manos en el
madero de la Cruz y, por fin, lo ha visto levantar en alto, y...morir. ¿podrá
haber un dolor más grande?. Lo sabe puro, lo sabe bueno, lo sabe santo....lo
sabe Hijo de Dios, y piensa...¡cuánto debe ser su amor por todos los hombres!.
Y María no
comprende ese gran misterio pero acepta, una vez más, porque es la voluntad
Dios. Su corazón es traspasado por una espada y su dolor no tiene límites. Así
se cumple la profecía de Simeón, cuando viéndola, casi una niña con su Hijo en
brazos, el día de la Presentación en el Templo, entre otras cosas le dice a
María :- "una espada atravesará tu alma"... y ahora María está de pie
junto a la Cruz de Jesús.
En el libro"
El silencio de María" nos dice el P. Ignacio Larrañaga:- "Es preciso
colocarse en medio de este círculo vital y fatal que unos lamentaban y otros
celebraban, ese triste final y en medio de ese remolino, la figura digna y
patética de la Madre, aferrada a su fe para no sucumbir emocionalmente,
entendiendo algunas cosas, por ejemplo lo de la "espada",
vislumbrando confusamente otras....Lo importante no era entender, sino el
entregarse. "Padre mío, en tus brazos deposito a mi querido Hijo".
Fue el holocausto perfecto, la oblación total.
La Madre
adquirió una altura espiritual vertiginosa, nunca fue tan pobre y tan grande,
parecía pálida sombra pero al mismo tiempo, tenía la estampa de una
reina.".
Y San Juan
nos dice:- 19,25 - 27.
-"Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre y al discípulo a quien amaba, el cual estaba allí, dice a su madre:-
"Mujer, ahí tienes a tu hijo".Después dice al discípulo:- " Ahí
tienes a tu madre".
Fue en ese
momento en que la Madre de Jesús se hizo madre de todo el género humano. Esta
mujer dolorosa pero firme al pie de la Cruz nos está diciendo que solo la fe
nos dará fuerza para los grandes dolores que la vida nos depare.
Y
terminamos acompañando a esta Madre
Dolorosa con algo muy hermoso escrito por el Cardenal Pironio:-
"Señora de
la Pascua, Señora de la Cruz y de la Esperanza. Señora del Viernes y del
Domingo. Señora de la noche y de la mañana. Señora de todas las partidas,
porque eres la Señora del "tránsito" o de la Pascua. Escúchanos: Hoy
queremos decirte "muchas gracias". Muchas gracias, Señora por tu
Fiat, por tu completa disponibilidad de "esclava". Por tu pobreza y
tu silencio. Por tu gozo de las siete espadas. Por el dolor de todas tus
partidas, que fueron dando la paz a tantas almas. Por haberte quedado con
nosotros a pesar del tiempo y la distancia".
Por:MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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