El
quinto elemento para que la confesión sea válida es la penitencia, que es la expresión de la verdadera culpabilidad, del
dolor y del auténtico propósito cristiano de enmienda. Cumplir la penitencia es
querer repara el mal que le hicimos a Dios con nuevos actos buenos, como
expresión de amistad con Dios. No olvidemos que la reparación de nuestras
faltas ya la hizo Cristo en la cruz, tomando el lugar que nosotros merecíamos
por nuestros pecados. Cumplir la penitencia es un sencillo símbolo de
reconciliación y amistad con Dios.
Finalmente,
recordemos que aquel a quien no se le ha perdonado nada, no sabe amar. Aquel al
que se le ha perdonado un poco, amará un poco. Pero aquel al que se la ha perdonado
mucho, necesariamente llegará un día en que aprenderá finalmente a amar mucho.
La
confesión sana, cura, te hace dejar ese lastre que te impide volar hacia Dios. La confesión lo cambia todo. Son
tantas las gracias que se reciben, que logra transformar al corazón de arriba
abajo, y te convierte en un verdadero apóstol de Nuestro Señor Jesucristo.
Pidámosle
a Dios Nuestro Señor y a la Santísima Virgen María que nos ayuden a conocernos
bien a nosotros mismos, para que con la práctica de la confesión frecuente,
arranquemos de raíz nuestros pecados, nuestras faltas de amor a Dios y a
nuestros hermanos, siendo cada día mejores para alcanzar lo que Dios quiere de
nosotros: Que seamos santos.
Por: Dulce María Fernández G.S.
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