Viernes de Dolores, así le decimos al viernes preámbulo de toda una
Semana de Pasión y Dolor, en el que se enaltece y venera a una Madre enlutada,
con una espada atravesándole el corazón, con lágrimas en sus ojos y con sus
manos de dedos entrelazados en señal de la angustia que brota de su alma.
Ella es
una madre dolorosa. Esta mujer llena de dolor está representando a todas las
madres del mundo que han pasado por la prueba de amargura sin límite de ver
morir a un hijo.
María la
que llevó en su seno al Salvador del género humano, la que lo meció en sus
brazos de madre amorosa, la que lo buscó llena de angustia junto con su esposo
José, cuando no lo encontraban en la caravana que los regresaba a casa.... y
más tarde lo hallaron en el Templo con los doctores de la Ley cumpliendo la
voluntad del Padre celestial, la que lo tuvo durante treinta años en el calor
del hogar, hogar de amor y trabajo.
María, la
que lo vio partir un día y fue cuando su corazón supo que, "había llegado
la hora"... La que supo de su vida de predicación, de peregrino
recorriendo caminos, aldeas y ciudades...
María, la
que supo de una corona de espinas que rompió la suave piel de la cabeza del
hijo querido, de una espalda abierta por profundas heridas de salvajes
latigazos, de unos dulces ojos nublados
por el dolor, la que lo vio cargando con un madero.... y caer.
María, la
que vio como atravesaban con clavos sus
manos y pies amadísimos y como era levantado en alto para quedar entre dos
ladrones.....
María, la
que vio al hijo queridísimo, al hijo bueno, al hijo santo, al Dios hecho hombre convertido en una figura
rota y doliente, lleno de polvo, con el rostro sucio y triste, con el cabello,
que ella tantas veces acarició, ahora pegado en su cara, endurecido y aplastado
por la sangre reseca....Esa María que vivió todo eso....fue una Madre dolorosa.
No bajaron
los ángeles para enjugar sus lágrimas. No hubo ningún paliativo celestial ni
milagroso que aminorara el dolor de la Madre de Dios. Ella soportó la muerte
del hijo de pie, con el corazón roto pero de pie, volviendo a decir
"si" a la voluntad del Altísimo.
Y allí,
por mandato de su hijo agonizante, se convirtió en nuestra madre.
Madre de
misericordia. Madre de la Esperanza.
En este
mundo tan difícil y desorientado, Cristo nos la dejó, nos la dio para que sea
nuestro faro y consuelo de nuestras penas, porque nadie como Ella lleva mejor
el nombre de Madre Dolorosa.
Madre dolorosa...
ruega por nosotros.
por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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