Estamos en el mes de mayo, es el mes que
la tradición católica consagra a la Virgen María.
La devoción a la Virgen María en el alma
del cristiano va unida a nuestra fe ya que María no solamente es la Madre de
Dios sino también Madre nuestra.
La Virgen María ocupa un lugar intermedio entre Dios y los Santos, que
da origen a un culto del todo propio y especial, muy inferior al de Dios pero
superior al de los Santos.
Como nos explica Royo Marín O. P.-
" A Dios se le venera con culto
de adoración o de
LATRÍA, en virtud de su excelencia infinita. Este culto de LATRÍA es de
tal manera propio y exclusivo de Dios que, tributado a cualquier criatura,
constituye, cuando se comete conscientemente, uno de los más graves pecados que
se pueden cometer: la IDOLATRÍA.
A los Santos les corresponde el
culto de DULÍA o de simple veneración ( sin adoración) por lo que tienen de
Dios. En este sentido no solo es lícito invocarlos y reverenciarlos, sino que
es muy útil y conveniente.
A la Virgen María por su singular dignidad de Madre Dios, se le da el
culto de HIPERDULÍA o de veneración muy superior a la de los Santos, pero muy
inferior al culto de LATRÍA, que se le debe exclusivamente Dios."
Hay un abismo infinito entre ambas especies de
cultos.
María tiene el MOTIVO DE SU SINGULAR DIGNIDAD
DE MADRE DE DIOS y esta dignidad la coloca en un orden aparte- el orden
HIPOSTÁTICO RELATIVO - que está mil
veces por encima y es específicamente distinto del orden de la gracia y de la
gloria en el que se encuentran todos los
Santos. De manera que al hablar de la
devoción a la Virgen María, hay que entenderla siempre en el orden del culto de
HIPERDULÍA, que es el que corresponde a Ella sola específicamente.
En ese sentido caen por su base toda las
objeciones de los protestantes y muchas "sectas" contra el culto a
María que profesamos los católicos.
La fórmula ideal que resume y condensa el
pensamiento católico sobre la devoción mariana es esta : A JESÚS POR MARÍA.
Y que reconfortante es, en este mundo en que poco a poco las tradiciones
se van perdiendo, se van quedando atrás como perdidas en la niebla del pasado,
como algo que ya " no toca", que "no va". . . ver como las
mamás jóvenes ,hablo del país desde donde escribo, México y en mi juventud, en
mi Patria, España, llevan a sus pequeños vestidos de blanco y con una flor en
la mano a la Iglesia.
Esas tardes ante la Virgen, esas canciones van a echar raíces que
permanecerán ya por siempre en el alma de esos niños y cuando llegue la adolescencia, la juventud,
arreciando contra ellos vientos de tormenta, sabrán volver sus ojos y su corazón a esa Madre que aprendieron a amar
siendo niños y encontrarán en Ella el faro bendito que los llevará a puerto
seguro y no les permitirá perder el camino que va hacia Dios.
Por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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