El trabajo infantil sigue siendo una necesidad para muchos
niños en países en desarrollo, donde la pobreza es la principal causa que los
empuja a salir de sus hogares y a veces
dejar su educación básica para sobrevivir. En México, el 29% de los niños que
trabajan son menores de 14 años (1) y el 40 % de estos pequeños que trabajan ya
no asisten a la escuela.(2)
Ante esta problemática que implica para ellos un sacrificio
en su desarrollo normal, diversas soluciones económicas y legales han creado condiciones que hacen más posible el
acceso a sus derechos como niños y adolescentes, pero no del todo. Sus condiciones
sí han mejorado al elevar, a través de los años, el nivel económico y el ingreso
familiar, pero no han alcanzado a desterrar por completo el problema. Hay otros
ingredientes sociales y familiares que perpetúan las condiciones adversas.
Ésto se ha debido a que las medidas no tocan la parte social que cultiva condiciones
familiares y de entorno comunitario que llevan a familiares y niños a tratar de salir adelante con un trabajo.
Cuantiosos estudios realizados alrededor del mundo, en
diferentes culturas, en diferentes estratos económicos y en diferentes
estructuras familiares han coincidido en establecer a la familia nuclear "tradicional" como
un elemento preventivo de deserción escolar y de muchos otros desestabilizadores
del bienestar infantil. Así lo ha
insistido la fe católica por mucho tiempo tratando de defender la centralidad de la
familia para toda comunidad.
Esto, al parecer, no sucede en el caso de otras estructuras
familiares, como los son las familias monoparentales de madre solteras,
divorciados, unión libre, de padres homosexuales o de padres adoptivos. Estas
conformaciones familiares que surgen, muchas veces, por problemática internas o
externas, hoy en día se han tratado de equiparar, en nuestra “cultura igualitaria”, a la
familia formada a partir del matrimonio
de un hombre y una mujer. Parecen no haberse dado cuenta que, no solo se hace daño a
los niños, sino a todos sus miembros, abandonándolos a su suerte en vez de
ayudarlos a mantenerse unidos como lo han sugerido muchas veces las autoridades
eclesiásticas.
El daño que provoca a los menores el vivir en familias resquebrajadas expone a los niños a situaciones de riesgo para su desarrollo como pueden
ser: abuso sexual, violencia intrafamiliar, deserción escolar, abuso de
sustancias e involucramiento en criminalidad , entre otras. (4)
Por Ana Elena Barroso
@mujer_catolica
(3)
biblioteca.diputados.gob.mx/janium/bv/md/LXII/tip_fam_niad.pdf
(4)
biblioteca.diputados.gob.mx/janium/bv/md/LXII/tip_fam_niad.pdf
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