Este título lo leí en algún lado y me ha dado mucho
que pensar, especialmente en este mes del Papá. Porque efectivamente, si
observamos a nuestro alrededor, podemos distinguir a los hijos de parejas bien
avenidas de los hijos de parejas que se llevan muy mal. Y no estamos juzgando a
las parejas, cada quien sabrá lo que le toca de responsabilidad en la tarea de
hacer a sus hijos felices o infelices.
Lo que vemos
son los resultados de la relación entre los padres de estos chiquitos que se ven
tristes, apagados, que son impulsivos o violentos, que siempre están buscando
llamar la atención. En resumen, que son niños a los que les falta paz. Son el
reflejo de la relación entre el papá y la mamá, y la manifestación de que algo
no anda bien entre ellos.
Y como estamos en el mes en el
que celebramos a los Papás, la pregunta va dirigida directamente a los papás: ¿qué tipo
de relación tengo yo con mi esposa? Porque si me llevo mal con ella, tengo las de perder con mis hijos,
pues tampoco podré tener una buena relación con ellos.
Piero
Ferruci, famoso psicoterapeuta y filósofo italiano, dice que "cada ser
humano es el resultado de la relación entre dos individuos: su padre y su
madre. Y esa relación sigue viviendo dentro de nosotros como una armonía
bellísima o como una laceración dolorosa. La relación entre nuestros
progenitores -dice Ferruci- nos constituye en lo que somos.”
Un niño
siente con todo su ser la relación entre sus progenitores, sea cual sea, la
siente en sí mismo. “Si la relación está envenenada, el veneno circulará por su
organismo. Si la atmósfera no es armoniosa, crecerá en la disonancia. Si está
llena de ansias e inseguridades, también su futuro será incierto".
Por eso,
para ser un buen padre, es bueno que te tomes un tiempo para reflexionar en tu
pasado: ¿Recuerdas tu infancia? ¿Cómo se llevaban tus papás? ¿Qué es lo que más
huella te dejó? ¿Qué es lo que no te gustó? ¿Qué es lo que estás repitiendo y
que te gustaría cambiar por amor a tu esposa y a tus hijos?
Analiza lo anterior y decide qué
les quieres dejar a tus hijos como huella indeleble y que los hará recordarte
con cariño y admiración, por la buena relación que tienes con ellos.
La
conclusión es muy clara: si quieres ser un buen padre, sé un gran marido. Suena difícil pero es posible. No dejes la
relación con tu esposa a su propia suerte, porque entonces aparecen los malos
modos, los disgustos, las recriminaciones, el egoísmo y la indiferencia, cuando
no la violencia, o la búsqueda en otro
lado de lo sí que tienes en tu propio hogar. No dejes que tu mujer se convierta en una
sombra, porque tus hijos vivirán bajo esa misma sombra.
ü ¿Cómo mantener y mejorar
constantemente la relación conyugal? Deben traer a la memoria el recuerdo de
sus mejores momentos, los primeros paseos juntos, la decisión de casarse
formalizando su relación, la caminata bajo la lluvia que les causó tanto gusto,
las idas al cine o de paseo y todas las risas que disfrutaron juntos, el día de su boda, etc. Recordar
es volver a vivir; lo cual revive la ilusión de seguir creciendo con tu familia
y deja la convicción que todo el camino recorrido ha valido la pena.
Dice
Ferruci: “Todo eso es el origen, la fuente: el lugar en que todo va bien y es
perfecto. Resulta positivo regresar de vez en cuando a los orígenes y beber de
aquella fuente de agua pura".
Y ahora
analiza seriamente:
¿La armonía de tu matrimonio se ve
reflejada en el comportamiento de tus hijos?
En
lugar de preocuparte por lo que ha sucedido o puede ocurrir, ponte a trabajar
para influir en lo que sucede. Cuando
un matrimonio reacciona a tiempo y recupera lo bello de su amor, los primeros
en darse cuenta son los hijos. Tuya es la decisión en esta ocasión, porque ¡seguro
que quieres ser un buen padre!
Y
por cierto: ¡Feliz Día del Buen Padre!
Por Dulce Fernández G.S.
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