La situación que nos está
tocando vivir en la sociedad, nos presenta retos en la educación de los hijos
que muchas veces nos preocupan y asustan, porque no contamos con la información
y la formación adecuada para manejarlos de acuerdo a la verdad y a nuestras
convicciones personales.
En otras ocasiones nos da
vergüenza o miedo tocar temas “difíciles” que tenemos que hablar con nuestros
hijos. Cuesta mucho trabajo, porque fuimos educados en otros momentos y
contextos en los que no se hablaba abiertamente de ellos. Y sí, nos referimos a
los consabidos temas tabú, aquellos que tratamos de evadir, en ocasiones
esperando que otro venga y nos quite la pena de tener que hablar con nuestros
hijos.
Nos olvidamos de nuestros
derechos y responsabilidades como padres. No son los maestros, ni las políticas
internacionales, ni los gobiernos, ni los medios, ni las redes sociales, ni los
amigos los que tienen que dar la información adecuada y correcta, que es
necesaria para formar seres adultos maduros, responsables y dueños de su
vida.
Somos nosotros los que tenemos
que formar a nuestros hijos. Ése es nuestro primer derecho como padres, y por
supuesto nuestra obligación ineludible.
Por lo mismo, no seamos
ingenuos: los chicos de hoy en día oyen de todo, leen de todo, saben de todo y
viven de todo. Por ejemplo: desde pequeñitos ya saben que la señora con pancita
es que tiene un bebé dentro, lo cual obviamente no tiene nada de malo. Pero más
adelante oyen conversaciones, o se chatean o ven programas televisivos en los
que se tocan sin pudor temas de abusos, infidelidades, violaciones, abortos,
droga, y prostitución.
En la escuela se les presenta una sexualidad descarnada
y hasta les enseñan, desde la primaria, a usar métodos “preventivos”, a
cuidarse con el “sexo seguro”, lo que, por cierto, ha provocado un aumento
significativo de embarazos en adolescentes.
Y así, poco a poco, pero sin
interrupción, se van enterando por otros de las cosas que nosotros tendríamos
que haber hablado con ellos, de acuerdo a su edad, para tengan los elementos que los ayuden a
vivir una vida adulta de acuerdo a su conciencia y sus decisiones personales.
Muchos padres no encuentran las palabras
necesarias para explicar a sus hijos asuntos tan complejos como la muerte, el
dolor, el sufrimiento, la sana sexualidad, el abuso y el fracaso. No obstante, no podemos dejar de hablar de esto con
ellos, porque corremos el riesgo de que ya
estén informados por otras fuentes, y entonces sí, ya perdimos la oportunidad de que nos tengan
confianza y sepamos sus legítimas inquietudes.
Como
bien dicen por ahí: “Para hablar con los
hijos sobre temas “difíciles”, más vale un año antes que un minuto después”.
Casi todos comprendemos la importancia de este consejo cuando ya es demasiado
tarde. Pero no se trata sólo de instruir al hijo y educarle sobre los ambientes
que encontrará; también es prevenir con nuestra actitud las reacciones
negativas que él puede tener, salir al paso de los problemas antes de que
surjan, saber en qué momentos no es oportuno tocar ciertos temas.
Prevenir es también ser realista y no pensar
que todas las cosas se arreglarán por sí solas, suponiendo que todo lo que
encontrará nuestro hijo en su vida será positivo, bueno y agradable. La lección
es clara. Lo que tengamos que hablar
sobre estos temas tan sensibles, que sea a tiempo y en buena forma, de acuerdo a la edad de cada
uno de nuestros hijos.
En la
educación y formación de nuestros hijos no aplica el dicho “calladito me veo
más bonito”. Absolutamente no. Tenemos que hablar. Es nuestra obligación.
Vamos analizando lo dicho anteriormente,
porque la semana que viene hablaremos sobre el cómo lograr una educación y
formación para nuestros hijos en estos temas complicados y sensibles, para que,
cuando les toque a su vez ser padres de familia, sepan que con los papás se puede
hablar de todo, en un ambiente respetuoso, bien intencionado, sereno y de
confianza.
Por:Dulce María Fernández G.S.
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