Seguro
que todos estamos orgullosos de ser mexicanos. Pero actuamos de manera
incongruente. Nos denigramos unos a
otros por nuestra diferente forma de demostrar nuestra mexicanidad. Cualquiera
que nos mira sin saber nuestras particularidades podría decir que somos un país
singular. Y es muy cierto: ¡todos somos guadalupanos!
Somos
un pueblo de múltiples costumbres, diferentes tradiciones, diversas herencias
culturales, distintas lenguas, heterogéneas maneras de vestir, interesantes
maneras de expresión artística, amenas tertulias y entretenidas maneras de
divertirnos.
Contamos
con una cocina mundialmente famosa, con una música que nos caracteriza, con un
folklor muy particular, con increíbles coloridos en nuestros trajes regionales,
con bailes y fiestas muy reconocidas según la región en las que se celebran.
Tenemos también un gran bagaje antropológico y colonial, una diversidad de
lenguas y costumbres y una historia, que aunque en ocasiones ha sido malamente
reseñada por intereses políticos y falta de objetividad, es totalmente particular.
Y
qué decir de nuestros creadores en todos los ámbitos del arte, como son los
pintores, escultores, arquitectos, músicos, bailarines, escritores, poetas,
diseñadores y artesanos que son ampliamente
destacados a nivel internacional.
No
debemos olvidar los tres Premios Nobel que han ganado mexicanos, ni a los
grandes científicos que han dado notoriedad a nuestra patria, así como a los innovadores
e inventores, a los empresarios, a los deportistas, a los cineastas que han
ganado Óscares, a los reconocidos juristas y a los destacados analistas de
cuestiones internacionales. Y aunque no estamos en muy buen momento para
decirlo, también hemos tenido políticos de altura que a lo largo de nuestro
acontecer como nación han dado lo mejor de sí mismos para servir a México. Todo
esto es parte de nuestra raigambre como nación.
Y
añadimos que también estamos orgullosos
de todos los héroes anónimos que tejen día a día el entramado social de nuestra
patria: tantos padres y madres de familias, tantos abuelos, tantos maestros
valiosos, tantos niños estudiosos, tantos policías, tantos bomberos, tantos
militares y marinos, tantos servidores públicos que realmente lo son. Tantas
personas que trabajan honradamente en el campo y en las ciudades, y que por
ningún momento se les ocurre robar y matar. Cuántas personas viven tan solo con
lo justo y no pueden darles mejores medios a sus familias porque no hay manera
de acceder a mejores oportunidades por falta de dinero. Tantos que ejercen la
solidaridad en momentos de desgracia nacional. ¡Todos ellos son nuestros héroes
anónimos!
Mas
sin embargo, tenemos un gran defecto: no sabemos expresar nuestra mexicanidad de
una manera positiva y despreciamos todo lo que hacen “los otros” y que no hemos
podido hacer “nosotros”. Somos personas críticas y denostamos a través de
chistes, memes y rumores lo que no nos parece. Ponemos apodos a diestra y
siniestra en lugar de llamar a las cosas como son. Nos hemos vuelto incrédulos
y solo nos fijamos en las malas noticias. Involucrarnos no entra en la lista de
nuestras prioridades. No sabemos reconocer el bien, los valores y las buenas intenciones de otros.
Y cuando festejamos por ejemplo un triunfo
deportivo, entonces sí nos sentimos coautores del triunfo, nos juntamos,
cantamos y echamos porras, destrozamos sin miramiento todo lo que encontramos
alrededor. La bebida tiene una buena parte de la culpa, lo cual es un gran
problema. Y así la fiesta termina en violencia, heridos y hasta muertos.
Despreciamos
a través de nuestro vocabulario a los que son de diferente color o diferente
origen y por eso oímos a algunos decir que “ese es un naco”, o “ese es un indio”,
o “el otro es blanco y rico”. Queramos o no también somos racistas y sectarios.
O quitamos el mérito de los que han logrado hacer algo mejor con su vida,
diciendo por ejemplo “pues como no, si la tuvo fácil”. Nos perdemos de lo mejor
de nosotros mismos por esa actitud que se ha vuelto costumbre.
Por
eso la propuesta es expresar nuestra mexicanidad con orgullo, pero con actitud
positiva, viviendo valores universales, apoyándonos en el día a día unos a
otros, tendiendo la mano al que necesita nuestra ayuda y admirando lo bello y
bueno que vemos a nuestro alrededor.
Y por supuesto:
involucrándonos de verdad para cambiar lo que no nos gusta por injusto, lo que
nos llevará a forjar la mejor forma de ser mexicanos.
Por: Dulce María Fernández G.S.
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