En el Día Mundial de información sobre Desarrollo enmarcado
por esta época donde la información es poder y moldea las decisiones que se
hacen sobre el destino de millones de
personas, el cómo se obtiene y construye esta información es vital. Sobre todo
en un tema tan prioritario como es el desarrollo que, de entrada, parece haber
perdido en su nombre una parte esencial: lo humano. Ya no se habla de
desarrollo “humano”, y de acuerdo a este tono, la manera de definir y medir el
desarrollo de las personas ha abandonado facetas muy importantes para lograr su
plenitud y que sin ellas no puede llegar a lo que todos buscan: la felicidad.
A nivel global,
organizaciones internacionales como el Banco Mundial miden el desarrollo de un país por el nivel de su
Producto Interno Bruto ( PIB) per cápita,
y clasifica a los países de acuerdo a su nivel de Ingreso. Una manera puramente
monetaria de evaluar el desarrollo: cuánto produces.
Menos monetizado, el Programa de las naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) utiliza el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ya que argumenta
que el puro crecimiento económico por sí solo no es un buen medidor, sino que hay
que agregar logros en áreas personales clave como: ( 1)
·
Duración y nivel de salud en la vida
·
Tener conocimientos
·
Tener un nivel de vida decente
Inclusive han avanzado más en tratar de identificar el nivel
de vida de las personas al darle importancia a los incrementos de mejora que se
registran en el tiempo y la calidad de esas mejoras, además de incorporar a
esta forma de medir desarrollo los resultados de los sistemas existentes, como
el educativo, más que la accesibilidad a los servicios. ( 2)
Y como dice William Bruce Cameron, sociólogo de los 60´s :
¨No todo lo que se puede contar realmente cuenta y no todo lo que es
importante contar se puede contar.” (3)
Por eso…
¿Son realmente estos métodos útiles para medir un
verdaderamente humano? Para medir la satisfacción personal o plenitud de vida
que llevan personas de una región? ¿La felicidad?
¿No estaremos midiendo con la misma regla y conceptos de
desarrollo a grupos distintos? ¿No estaremos imponiendo maneras limitadas y específicas
de alcanzar el desarrollo y plenitud?
Y todavía más
preocupante…
¿No estaremos imponiendo maneras de resolver los problemas
de desarrollo de una cultura a otras? ¿A
veces hasta destruyendo estas culturas y
sus comunidades en aras de un supuesto desarrollo predefinido para otra cultura
diferente?
Pero sobre todo…
¿No estaremos tratando de construir un desarrollo pasajero y
volátil, sin cimientos sólidos? ¿Invirtiendo en programas pero sin lograr una actitud
humana interior necesaria en cada hombre para hacer el “desarrollo humano sustentable”
una realidad para todos?
La fe católica no es ajena a la inquietud del logro del desarrollo
humano en todo el mundo, pues dentro de las enseñanzas de Jesús, este tema es
central: la plenitud del hombre en su vida personal junto a Dios y como parte
de una comunidad y de la naturaleza.
A través de la historia ha señalado en muchas ocasiones que el
concepto de felicidad y desarrollo humano pleno, que se puede alcanzar aún en
situaciones adversas y erosivas para su persona, debe incluir las facetas
espirituales y trascendentales del hombre. Además de insistir en que, para
alcanzar el desarrollo humano que buscamos, se necesita de la justicia. Pero no
una justicia meramente humana, sino aquella cultivada y construida en cada
corazón humano y que brota para alcanzar a los “prójimos” en la solidaridad y
el amor.
Desde sus inicios la Iglesia, a través de la tradición y
luego con León XIII a finales de los 1800´s trató de aterrizar estos principios
en lo que llamó la Doctrina Social para incorporarse al esfuerzo de lograr un
mundo mejor para todos. Esta DSI se apoya en 4 columnas básicas: (4)
·
La Dignidad de la persona
·
La Solidaridad
·
La subsidariedad
·
La opción por los pobres
El tono de estas columnas difiere mucho de lo que las
organizaciones humanas tratan de medir y evaluar para lograrlo y podrían
enriquecer de manera radical la manera de medir el desarrollo humano y más la
forma de resolver los problemas locales sin destruir, sino construyendo y
tejiendo tejido social local fuerte.
La novedad de esta aportación consiste en la centralidad del
hombre y su dignidad inviolable, su naturaleza trascendental y comunitaria y el
cultivo del generador del cambio desde dentro de cada hombre: el amor, única
forma en que la dinámica de la justicia y el desarrollo sustentable se pueden
dar:
DESDE DENTRO Y DERRAMANDO HACIA AFUERA.
Por Ana Elena Barroso
(3)
Ídem
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