Qué
gratificante y consolador es poder pensar, por el don de la fe y la virtud de
la esperanza, que aunque ya no estén a nuestro lado los seres queridos, ellos
viven con su propia identidad en la presencia de Dios y abogan por nosotros.
A ellos
podemos acudir en nuestras dificultades para que por su intercesión logremos y
alcancemos la paz en las angustias o penas por las que frecuentemente tenemos
que atravesar en esta vida.
Por esto y
por muchas cosas más es que la religión católica es tan completa y hermosa.
Nada de lo que hay en el corazón del hombre deja Dios sin satisfacer.
El mayor
de los anhelos de la humanidad es no morir. Permanecer siempre, ser inmortal. Y
esto es lo que Cristo nos promete cuando nos dice: - " Yo soy el Camino,
la Verdad y la Vida, el que cree en mi, vivirá para siempre ".
Cristo
pasó por la muerte. Murió, pero resucitó.. Vencedor de la muerte, soberano de
la Vida. Creer en la resurrección de los muertos ha sido, desde sus comienzos, un elemento esencial de la Fe
cristiana. No hay reencarnación. Tenemos una sola vida desde nuestra concepción
hasta siempre. "La resurrección de los muertos es la esperanza de los
cristianos; somos cristianos por creer en ella" ( Tertuliano. 1-1).
Según la
vida va pasando, los seres que amamos van partiendo.... algún día sabemos que
nos tocará a nosotros. Como los árboles que en el otoño dejan caer sus hojas,
así de los troncos familiares y sus ramas, las personas se van. Ya no están con
nosotros, los abuelos, los tíos, los padres, el esposo o la esposa, a veces
algún retoño fresco y nuevo también le toca irse...tal vez es entonces cuando
más duele, cuando más difícil es la disponibilidad para la aceptación. .
Dios
conoce el corazón del ser humano, sabe
de ese sufrir originado por "esa partida", a veces sorpresiva y si
tomando ese dolor se lo entregamos, El ha de poner en nuestro corazón el
consuelo sobrenatural, pues de no ser así, hay separaciones tan dolorosas que
humanamente no serían soportables.
Un día de noviembre, un día triste y gris,
lleno del vacío que dejan los seres queridos cuando se van, leí algo que trajo
a mi alma consuelo profundo e inolvidable.
Decía así :
" No es que se han muerto, se fueron antes... Lloras a tus muertos con un
desconsuelo tal que pareciera que tu eres eterno. Tu impaciencia se agita como
loba hambrienta, ansiosa de devorar enigmas. ¿Pues no has de morir tu un poco
después y no has de saber por fuerza la clave de todos los problemas que acaso
es de una diáfana y deslumbradora sencillez? Déjalos siquiera que sacudan el
polvo del camino. Déjalos siquiera que restañen
en el regazo del Padre las heridas de los pies andariegos. Déjalos
siquiera que apacienten sus ojos en las verdes praderas de la paz. .. El tren
aguarda, ¿ por qué no preparas tu equipaje? . Esta será más práctica y eficaz
tarea. El ver a tus muertos es de tal manera cercano e inevitable, que no debes
alterar con la menor festinación las pocas horas de su reposo. Ellos en un
concepto cabal del tiempo, cuyas barreras transpusieron de un solo ímpetu,
también te aguardan tranquilos.
Tomaron únicamente uno de los trenes anteriores.... No es que se hayan
muerto : se fueron antes. "
Se fueron
antes y nos dejaron el vacío profundo y doloroso de su partida pero al mismo
tiempo la inexorable verdad de que un día también nosotros partiremos y de esa
partida lo único y más importante es la imagen que dejaremos a los que se
quedan, el recuerdo del testimonio que dimos de nuestro paso por esta vida, de
nuestra ternura, de nuestra comprensión, de nuestro amor... De eso, solamente
de eso es de lo que nos debemos de
preocupar, del ejemplo de honestidad y bondad que dejaremos como el mejor de
los recuerdos.
Por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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