Al comenzar la
Cuaresma, tiempo penitencial para los católicos, vemos como infinidad de
personas, quizá algunas que hace mucho tiempo no han acudido a la Iglesia, se
forman en largas filas para que les marquen la frente con una cruz de ceniza
bendecida. Llegan , se forman en la fila, reciben la ceniza y se van...
Personas buenas, almas cándidas quizá, que siguen una tradición que tiene
carácter de ritual al que pudiera caber, en su entendimiento, algo mágico y que
por nada del mundo dejarían pasar esta fecha sin llevar en su frente la huella
de la ceniza.
Cosa buena
es que esta tradición del Miércoles de Ceniza esté tan arraigada en el corazón
de los fieles católicos. Quizá todos los que estén en la fila sepan que es lo
que significa y que de ninguna manera es, ni obligación ni Sacramento, quizá
todos vayan meditando, ya que de eso se trata, sobre el punto filosofal de que
"polvo somos y en polvo nos convertiremos".
Quizá todos
deseemos empezar la Cuaresma con un acto de humildad y pidiendo perdón por
nuestros pecados...tal vez, y esto esta muy bien, pero hay "algo" que
no está bien. Veamos: hemos entrado al Templo, estamos en la Iglesia, en la
casa de Dios y no parecería posible entrar en esa casa y no saludar al Dueño,
al Señor... al Dios Supremo Hacedor de todas las cosas, al Rey de Reyes, el
Altísimo Señor, el Omnipotente que está
en infinita humildad en el Sagrario en Cuerpo y Alma. Tan auténtico como
cuando caminaba por las orillas del Jordán, tan real como cuando se sentó en el
borde del pozo para pedirle agua a la samaritana, el mismo Dios, el mismo
Cristo. La puerta del Sagrario está cerrada, una luz roja parpadeante nos
anuncia que está ahí el Señor, Dios nuestro..
Las
personas están en la fila de la Ceniza... ni una mirada, ni un saludo, ni una
reverencia al Dios que está escondido en el Misterio de amor que es la
Eucaristía. ¿Cómo es esto posible? ¿Será
más importante llevar en la frente un signo de humildad que caer primero de
rodillas ante el Sagrario y aunque no lo veamos con los ojos de la carne,
decirle con los del alma:- " Creo en Tí, Señor, y te amo", o
simplemente con las palabras de Santo Tomás:- "Señor mío y Dios mío".
?
Y ya que
estamos en este tema diremos que ocurre lo mismo cuando algunas personas entran
en la Iglesia y se van derechitas al Santo de su devoción. Se arrodillan, le
piden quién sabe que cosa y se van...Tal vez no haya culpa, es falta de
formación y de que no nos hayan dicho una y mil veces, hasta que nos cale, que
al que tenemos que reverenciar y adorar es al Dios vivo que está presente con
su Cuerpo, su Alma y su Divinidad en el Sagrario.
Tal vez
también sea que creer en esto, es más difícil que creer en el poder del Santo
".El culto a los Santos, - como nos dice en sus homilías Mons. George
Chevort, no es obligatorio, sino facultativo." Pedirle a los Santos es como una etapa,
como un escalón, no un término. El centro máximo y verdadero de nuestra religión es la Santísima Trinidad que
tiene derecho a nuestra adoración y de la cual proceden todos los bienes que
necesitamos y el Mediador indispensable es Jesucristo, Hijo de Dios y hombre
..Glorifiquemos a Dios en sus Santos.
Ahora bien, la primera de todos los Santos: no fuera de, sino en primer rango y
un rango a parte, es la Bienaventurada Virgen María. La primera y aparte porque
no solo es obra de Dios, sino que es la obra maestra de Dios. Es la Madre de
Dios porque Ella difundió en el mundo la luz Eterna, Jesucristo Nuestro
Señor".
¡Cuánta
preparación y cuánta información sobre nuestra Fe nos hace falta para vivir y
obrar como verdaderos cristianos!. Vivamos nuestra religión con orden y
profundidad. Que seamos el ejemplo viviente para los que nos ve, que
formándonos y estudiando podremos
cumplir con los grandes misterios de nuestra religión tal y como nos lo enseña
nuestra Santa Madre la Iglesia Católica y que imitando a los Santos entremos en
esta Cuaresma con espíritu de oración y sacrificio.
Por: MARIA ESTHER DE ARIÑO.
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