Es
mayo Señor, y la Iglesia que tu fundaste, le ha dedicado este mes a
María.
Vengo
ante ti, la Capilla está vacía y en este silencio y soledad
encuentro el momento propicio para hablar un rato contigo... podemos
hablar de muchas cosas.... y traigo en el alma tantas penas, tantas
preocupaciones, tantos desvelos, todos encerrados en mi "pequeño
mundo" pero no. Hoy no te voy a hablar de mi, tu me conoces, tu
lo sabes todo, Señor...
Hoy
voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre, porque tu me
la diste, me la entregaste desde la Cruz donde ya estabas a punto de
morir.
Los
brazos de María son los primeros que te abrazaron en una Noche fría
pero la más bella y buena
de todas las noches y así empezaste a conocer lo que es el amor y el
calor de una madre. Después atravesaste montañas y pueblos, siempre
arropado en los brazos de una mujer, tu madre, que con el corazón de
latir asustado, huía a otras tierras para proteger tu vida.
Tiempo
después la vuelta y la vida tranquila, sencilla y humilde en la
aldea de Nazaret...¿ Te acuerdas Jesús del pozo donde la
acompañabas a buscar el agua?¿te acuerdas de sus risas, de la
mirada de sus ojos dulces y hermosos, desbordada de amor e infinita
ternura?...¡Qué bonitos días, cuánta paz, cuánto amor!.
Tu
crecías.... te estabas convirtiendo en un joven y Ella siempre a tu
lado. Fuiste con tu "padre José “ y Ella a Jerusalen,
entraste en el Templo y por aquel “misterioso mandato” te
quedaste a participar en la discusiones de los grandes pensadores …y
te dolía el corazón porque sabías del dolor de “ ESOS DOS SERES”
tan amados al vivir la zozobra de tu ausencia …pero es que ya
estabas empezando a “ cumplir tu Misión “.
Después
volviste con "ellos" y ¡qué años tan inolvidables y
hermosos! ¡qué unión, qué felicidad, que hogar tan pleno de
armonía y de amor!. Cuántas veces la mirarías en el quehacer de
las labores en la humilde casa, a la hora de estar reunidos en la
comida, en la oración, desbordándose tu amor de hijo en aquella
dulce y tierna mujer, sencilla pero con dignidad de reina, alegre y
dispuesta... ¡cuánto te quería, cuánto la amabas... ¿te acuerdas
Jesús? Y un día la viste llorar...José, "tu padre" había
muerto, Ella lo amaba mucho y lloraba...y tus brazos la rodearon y
Ella apoyando su cabeza en tu pecho encontró, a pesar de su dolor,
la paz.
El
tiempo pasó y llegó el día...Día en que habías de "saber
decir adiós" y tenías un nudo en la garganta pero la viste a
Ella con el brillo de las lágrimas en los ojos, pero serena, otra
vez "el fiat" en su corazón, esclava a la voluntad de
Dios, pero con la dignidad de reina y señora despedirte con el más
fuerte y amoroso de los abrazos, de unos brazos que no te volverían
a envolver y apretar contra su corazón hasta que te entregaran en
ellos después de bajarte de la cruz...¡qué despedida, Jesús, qué
despedida!. Así los dos nos enseñasteis a "saber decir
adiós.".
Seguro
que alguna vez regresaste para verla y estar con Ella pero... tu
Misión había comenzado y ya no "eras suyo".
Después
Tu subiste al Calvario y Ella lo subió contigo para estar al pie de
la cruz. ¡Jesús, si habías tenido todos los más crueles
sufrimientos que un hombre puede tener, creo que ninguno pudo
atormentar tu corazón como el volverla a ver en aquellos momentos! y
nos la diste por Madre para que sus brazos, ya sin ti, pudieran
abrazar a toda la Humanidad y en ella, a mí !. ¡Gracias, Jesús!.
¡Aleluya,
Aleluya!. Otra vez Tu y Ella abrazados. ¡ Madre querida, aquí
estoy, he resucitado!.¿Te acuerdas ,Jesús?. ¡No hubo una mañana
más hermosa para Ti y para Ella!.
Y
después el tiempo pasó...y un día, un día muy especial, Ella
subió al cielo para estar contigo, con San José, con los Santos y
los ángeles en la infinita y gloriosa presencia de Dios.
Estamos
en el mes de mayo Jesús, y hemos hecho un pequeño recuerdo de esa
gran mujer, ejemplo de todas las madres del mundo: Estrella de la
mañana, Reina de los ángeles, Virgen fiel, Virgen misericordiosa,
Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores,
Reina de la Paz....
Señor,
Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre.
Santa
MARÍA, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
También
en este mes festejamos el Día de la Madre . Las que partieron y nos
siguen amando desde el Cielo y las que todavía están con nosotros,
sabemos que no hay un amor como ese amor, que es el que más se
asemeja al de nuestro Padre Dios, pues lo da todo sin pedir nada a
cambio, tal vez si, una sola cosa, al igual que el SEÑOR…
¡
QUÉ LAS AMEMOS ! .
Por: MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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