Mucho se habla del
problema del tráfico o trata de personas y,
gracias a la reciente
concientización, su visualización ha
crecido en el
mundo entero y las denuncias también.
En México, éstas
han aumentado en un 600% en los últimos
años, descubriendo que afecta principalmente a las mujeres (93% de
los casos). (1)
A
simple vista, parecerá un delito lejano,
como de cine, donde se amaga a las víctimas y se les mantiene
encadenadas en lugares obscuros. Pero la realidad de este mercadeo
violento es más cercana a nuestro diario vivir de lo que nos
imaginamos, y nosotros podemos estar siendo
parte de su cadena productiva.
Esto puede darse sin
darnos cuenta, pues
todos nosotros
podemos estar cooperando a su proliferación
al comprar productos que “utilizan” personas en su producción.
En Estados Unidos se han identificado 139
productos de 75
países que usan
“esclavos modernos”.
( 2)
Y entre estos productos se
encuentra la pornografía, que
se ha comprobado que alimenta el tráfico sexual. Y
no solo aquella que es evidentemente violenta o extrema, sino también
la “light” que se utiliza en publicidad, contenidos, mensajes de
medios de comunicación,redes y a veces
hasta en el arte. Una
lleva a la otra en
la necesidad de subir la intensidad para
producir el placer buscado, pues su consumo
se comporta tal como una
adicción. ( 3)
Esto sucede no
solo al pagar pornografía sino también al consumirla libremente,
porque financiamos
y motivamos su producción, que no pocas veces, es lograda en
condiciones y formas no muy claras para los involucrados que
son manipulados y extorsionados. Por otro
lado la exposición a pornografía, sobre todo con contenido violento
y fetiches provoca mayor demanda de tráfico de sexo para encarnar
las “fantasías” que se han visto como posibles y exóticas.
Otros efectos más
incidentales es la desensibilización
al sufrimiento de las víctimas de la violencia,
comercio y tráfico sexual.
Ya más adentro
de esta “industria” de la trata, los traficantes y clientes
buscan en la pornografía nuevas sensaciones que exigir a las
víctimas sexuales para llenar las expectativas de estos clientes
“instruidos”por la pornografía. Y a
más largo plazo, en los hogares donde se consume pornografía,
aunado a la pobreza y consumo de drogas, se multiplica el riesgo de
que alguno de menores acabe
en las redes del trafico de sexo.(4)
Y
la tecnología, los medios de comunicación,
Internet y redes
sociales han favorecido la multiplicación, grabación, divulgación
y consumo marginal de estos contenidos, hasta el grado de divulgar
delitos de violaciones masivas para consumo general y gratuito, donde
la explotación de las personas y la vejación de sus derechos
humanos es una constante.
Un
alcance todavía mas preocupante de la pornografía, es que , a falta
de educación sexual en los hogares y escuelas, los jóvenes solo
reciben su información y formación sexual en los medios de
comunicación e Internet
donde la pornografía es uno los contenidos más consumidos como
punto de referencia.
(5
) Y más aún, en
algunos textos educativos oficiales se recomiendan videos de este
tipo y sitios para que los jóvenes aprendan
(6 )
Y
¿Qué
se dice de todo esto? ¿Podemos hacer algo
al respecto?
Sorprendentemente,
las mujeres feministas de izquierda, que presumen defender los
derechos de las mujeres, están divididas en este tema, una parte
condena la objetivización de la mujer por esta industria, pero hay
otra parte de ellas que apoya la pornografía como medio de
liberación sexual y de placer de la mujer. ( 7
)
Muy
diferente a lo anterior, la fe católica
ha insistido en los problemas que la vanalización del sexo podría
traer, y en especial hacia la mujer a la que siempre ha cuidado con
especial esfuerzo. Por eso divulga el principio enseñado por Jesús
del respeto total al cuerpo y lo sagrado del acto sexual que se debe
proteger bajo el cuidado de una amor entregado
en matrimonio fiel y que proteja a los
hijos.
El Papa
Francisco lo ha dicho así:
“...porque
la difusión de una pornografía cada vez más extrema y otros usos
impropios de la red no solo causan
trastornos, adicciones y daños graves incluso entre los adultos,
sino que afecta también a la representación simbólica del amor y a
las relaciones entre los sexos”. (8)
El
horror
de este fenómeno, aterrador para tantas víctimas, debe calar en
nuestro ser.
No
podemos ser parte de una telaraña tan devastadora que no solo
carcome a la persona sino que siembra violencia y sufrimiento a su
alrededor, minando comunidades y culturas enteras que se arrodillan
ante el ídolo del placer sexual y de la satisfacción personal ante
todo.
Podemos
contrarrestar sus efectos al no consumir contenidos pornográficos o
comprar productos que exploten el erotismo, aunque sea muy artístico,
para promover sus marcas.
Cultivemos
un ambiente de respeto, modestia, recato y aprecio a la belleza del
cuerpo en todos nuestros ambientes. Así podremos liberar a miles de
víctimas de la trata, por que ya no tendrán que exponer su cuerpo
al morbo de la gente.
Por:
Ana Elena Barroso
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